CARÁCTER Vs TEMPERAMENTO

Es frecuente descubrir que mucha gente no entiende realmente el término carácter. Hablamos de que alguien tiene mucho carácter o un carácter muy fuerte, por ejemplo, imaginándonos a alguien con un gran genio, dispuesto a saltar a las primeras de cambio, a gritar por cualquier cosa o a imponer su voluntad incluso de forma tosca o violenta. Sin embargo, no es así: De lo que esa gente está hablando es de temperamento, algo bien distinto. Una persona puede tener un temperamento violento, irascible, afable, entrañable… El temperamento es parte de la forma en que el ser humano expresa su forma de ser. Se dice que el temperamento es una característica importante de la salud social y emocional que describe o muestra la forma en que se encara y reacciona ante los demás, ante el mundo. Pero el carácter es la virtud o la herramienta que controla o gestiona el temperamento. Es el encargado de frenar o impulsar, de calmar o estimular a ese temperamento. Nos referimos al carácter como al conjunto cualidades o circunstancias propias de una persona o de un colectivo que las distingue, por su modo de ser y obrar del resto, de los demás. Por lo tanto, debemos forjar adecuadamente nuestro carácter para que este domine o controle, en definitiva, gestione nuestro temperamento.

Bien, si entendemos que el temperamento es un flujo de emociones que se dan cita y salen a la luz como respuesta a situaciones, acciones, hechos, personas, etc., y que el carácter es la herramienta que permite gestionar ese caudal de emociones, entenderemos la importancia de imprimir carácter a las personas que formamos. Cuando hablo de imprimir lo hago bajo la premisa de que todos tenemos cierto carácter pero no todo el mundo tiene el adecuado o necesario para gestionar su temperamento y las reacciones o consecuencias del mismo. Es bien conocido por todos la idea de que ciertas prácticas, rutinas o comportamientos imprimen carácter. Desde nuestra infancia, en los centros docentes se supone que uno de los objetivos vitales de nuestra formación es imprimir carácter. Se supone, de igual modo, que desde la familia o entorno familiar se debería fomentar ese carácter, así como la forma más positiva y correcta posible de forjarlo. Digo que se supone y debería, ya que en la práctica muchas veces eso no ocurre. Ni en los centros docentes orientan y ayudar a forjar el carácter ni el entorno familiar facilita tal misión. Eso sí, en ambas instituciones se estimula el temperamento del individuo, para lo bueno o para lo malo.

Por ello, quienes desde jóvenes acuden a una formación en Budō tienen un refuerzo especial y muy valioso para aprender a esculpir ese carácter que permita una gestión eficiente del temperamento y facilite un adecuado manejo de las emociones. A medida que crecemos descubrimos herramientas para esa gestión que nos permiten avanzar en nuestra vida con paso firme y seguro. El Budō es una valiosa herramienta para trabajar el lado psicológico, mental y/o emocional del ser humano. Aunque, en muchos casos, en la actualidad, ese Budō se ha ido desvirtuando, perdiendo su esencia; y sus formadores no están adecuadamente preparados para esa labor. Esto genera estudiantes y alumnos con carencias evidentes de carácter y temperamentos poco adecuados. Es visible esto que comento en detalles como la implicación de estos alumnos en la práctica diaria, en su compromiso, más bien en la ausencia del mismo con la actividad y en su falta de constancia, así como en su actitud en general durante el entrenamiento pero también en su día a día. 

Es evidente que los formadores estamos en esos casos fallando, no el Budō, sino nosotros, los encargados de emplear ese conocimiento para lograr seres humanos íntegros con valores que les faciliten vivir una vida digna, positiva y una formación que les permita sobrevivir en la jungla en la que hoy día nos está tocando vivir.

Una persona con un carácter fuerte es alguien capaz de gestionar eficientemente su temperamento. Una persona con un carácter débil es presa de su temperamento. Esto es algo que nos pasa desapercibido simplemente por no prestar atención al correcto uso de los términos que manejamos pero sobre todo por no estar adecuadamente formados en áreas como la gestión de las emociones, clave para la supervivencia de alguien ante una agresión ilegítima en un escenario urbano. Aunque muchos desprecien estos temas y vean el Budō como una mera forma de lucha o como un simple camino filosófico, lo cierto es que estamos ante un legado de conocimientos y experiencias que abarcan cientos y cientos de años, los cuales nos pueden permitir optimizar nuestras posibilidades de sobrevivir; porque, a fin de cuentas, el Budō va de sobrevivir al momento, al escenario, a las circunstancias, siempre de la manera más eficiente.

DE BRUCES CON LA REALIDAD

Durante la pasada semana tuvo lugar en redes sociales una discusión, vamos a ser corteses y etiquetarlo como cambio de impresiones, en torno a un vídeo sobre el uso o empleo de armas blancas. Alguien realizó una serie de valoraciones sobre el mismo. Por su parte, la persona que era protagonista del vídeo decidió puntualizar o matizar esas observaciones y el propio contenido del vídeo intentando darle un contexto. Creo que la cosa subió de tono porque una de las partes no cedía en sus pronunciamientos aunque, en mi opinión, estaba bastante fuera de lugar lo que comentaba. Y no paraba de intentar, aprovechando la ocasión, hacer publicidad de un libro que había publicado mientras, sin argumentos, buscaba refutar los esgrimidos por el protagonista del vídeo. Aquello era más bien ridículo, tal vez algo penoso, pero en fin, así fueron las cosas. Pasadas unas horas, apenas un par, el protagonista del vídeo subió uno nuevo. Esta vez fue una grabación directa, en primera persona, donde por espacio de 40 minutos intentó comentar su forma de ver el trabajo con armas blancas. Este formador es israelí y tiene una reputación: su nombre y su trabajo suenan cada vez con más fuerza y realiza seminarios por todo el mundo. Su speach de 40 minutos buscaba darle contexto al vídeo de la discordia. Algo innecesario bajo mi punto de vista porque este formador tiene un montón de vídeos publicados y se puede apreciar su ética laboral o profesional si se molesta uno en visionarlos. Una alumna mía se tomó la molestia de tomar notas al visionar el vídeo y en base a algunas de esas notas quisiera también yo aportar mi propio punto de vista. El inglés de este formador es rudimentario así que me he tomado la licencia de darle un formato literario adecuado a sus declaraciones sin con ello variar lo más mínimo las mismas, su mensaje o esencia.

Quiero hablar de lucha con cuchillo, desde mi perspectiva, desde mi experiencia como luchador y como integrante de una de las unidades más respetadas del ejército israelí. ¿Qué es el cuchillo? Es una herramienta que tenemos y que portamos con nosotros. A veces uso el cuchillo para cortar cordones, abrir latas… Pero esta herramienta es esencialmente para sobrevivir, no para hacer demostraciones de habilidad. ¿Un soldado o un terrorista usarán el cuchillo así (ejecuta ante la cámara piruetas con el cuchillo)? Seamos lógicos. El 99,9% no. Los que harán técnicas habilidosas tipo exhibición con el cuchillo serán el 0,00000001%.

Mira, he estado en la guerra, he estado en combate, y nunca me he visto en situaciones donde alguien maneje el cuchillo así. A fin de cuentas, si puedes esconderte detrás de alguien y no usar el cuchillo, lo harás. Todo esto de la exhibición de habilidad con el cuchillo no se hace. Si un enemigo está atacándote, con el casco, el uniforme, ¿cómo voy a hacer acrobacias? Si alguien te dice que las demostraciones de habilidad sirven para sobrevivir, es una mentira. No digo que no las entrenes para la coordinación, pero pongamos las cosas en perspectiva. He ido a Filipinas y a Brasil. Allí hay mafias, alto índice de delincuencia… Hay gente que usa machetes, camisetas para envolverse los brazos y se apuñalan con un mismo movimiento de arriba a abajo. No ves a los delincuentes haciendo drills y cortando de mil maneras desde muchos ángulos porque todo ello no existe en la realidad. Así que cuando ves a la gente que usa diariamente los cuchillos, los delincuentes, te das cuenta de que son ellos los que nos pueden enseñar cómo se usa el cuchillo letalmente en la vida real.

Es cierto, hay gente obsesionada con la destreza y habilidad con las armas blancas, pero siempre he dicho lo mismo desde hace cerca de 40 años: en una situación real bajo estrés de combate, sufriendo un shock físico y/o emocional, la capacidad de hacer maniobras complejas es casi inexistente. Si logramos una transición de agarre con la punta hacia el frente (honte) a un agarre con la punta hacia abajo (gyakute) ya será todo un logro; mucho mayor será el logro si realizamos una transición no de forma de empuñar el arma sino para cambiarla de mano. Cada maniobra que hacemos es un momento de debilidad donde podemos perder el arma y, con ello, una ventaja o, al menos, una herramienta vital para nuestra supervivencia. Cada metodología trabaja sobre un número mayor o menor de ángulos de corte y puñalada. Siempre he defendido que según a qué tipo de persona esté formando selecciono un número concreto de ángulos de trabajo para facilitar el correcto aprendizaje y que el estudiante o alumno realmente pueda aprender y dominar dichos ángulos. No es cuestión de cantidad sino de calidad: es algo que siempre he tenido claro.

Esta arma es muy peligrosa. Y la oportunidad de salir vivo de una pelea con cuchillo es muy pequeña. Veo a la gente enseñar drills vestidos con ropa que les protege. ¿Por qué? Porque queda guay. Pero en la vida real no se usa. Pregunta a los SEALS, a las fuerzas especiales. No se usa. Los drills sirven para aprender movimientos, coordinación. Pero en la vida real no se usan, en un combate real no se usan. Esos drills son bonitos, fascinantes, pero al final no le deseo a nadie que se tope con una situaciónasí en la vida real. Tengo la marca en el brazo de un corte fruto de la cruda realidad. Toda esa destreza con el cuchillo es muy bonita pero no es útil para el combate. Si la aprendes y la quieres usar en un combate real, estás equivocado. Es útil para ti, no para el combate. Si tengo el cuchillo, lo aferraré lo más firmemente posible para evitar que se me caiga en mitad del combate. Y rezaré a Dios y espero que me escuche. Pero no voy a hacer transiciones acrobáticas con el cuchillo. Si algún instructor de fuerzas especiales o comando te dice que lo hagas, dile que eso no funciona así. Si alguien te ataca literalmente como un tren sostendrás el cuchillo con fuerza y todas las técnicas estéticas quedan al margen, por completo. Así que si te gusta, entrénalo, excelente. En la realidad, si terminas frente a alguien con un cuchillo, si alguien tiene un cuchillo y tú pretendes sacar el tuyo para pelear, lo tengas donde lo tengas, has cometido un error, llevas las de perder. Cuando crees que los comandos luchan con técnicas muy bonitas y habilidosas en el búnker, es mentira. Ningún comando lucha así. Es como el arma de fuego: cuando se cree que se hacen alardes de habilidad con ella en combate. En la realidad, eso no existe. Es la verdad.

Sin duda las armas blancas no son un juego, no son un deporte, son algo que deberías desear no tener que aprender pero, lamentablemente, debemos formarnos en su uso para poder sobrevivir a las mismas en un escenario de agresión ilegítima donde entren en juego. Es bueno distinguir las habilidades y destrezas que nos ayudan a potenciar los atributos y recursos necesarios para la supervivencia, de lo que realmente es un trabajo de combate para sobrevivir a una agresión con arma blanca. Es muy posible que los militares que han tenido experiencia en combate real sean de las personas que mejor pueden ilustrarnos sobre lo difícil que es sobrevivir a un arma blanca aun portando un arma blanca o de fuego. Debemos tener claro que el trabajo que realizamos debe ser orientado a sobrevivir, no a ganar: las peleas nadie las gana, menos una donde hay armas blancas de por medio, en esos casos todos salen, como mínimo, heridos.

En mi opinión, estos estilos de lucha real existen. Es muy problemático en Filipinas, en Sudamérica, en Sudáfrica… Podemos enseñar estilos de lucha vistosa con transiciones a los civiles. Sí. Vale. ¿Pero dónde? Para dar lo mejor de ti en Gaza, en Afganistán, en África… No sirve. ¿Dónde lo podemos aplicar? No funciona así la realidad. El cuchillo es una herramienta de supervivencia básica: para construir un refugio, para cortar cuerdas, o incluso como arma. Puedes ver a unidades especiales, sobre todo de Asia, China, haciendo lucha con movimientos habilidosos y muchas transiciones. La gente lo usa para que tengan más coordinación, para que entrenen la disciplina los soldados. Es una demostración de eso. Está chulo, pero no sirve para el combate.

Es bueno insistir en que todo es útil para la formación, pero no todo es útil realmente en la calle. Tenemos que entender el contexto en que las cosas se emplean, muestran o practican. Podemos trabajar transiciones de mano y transiciones de agarre, pero debemos entender que en la lucha real el elemento físico se supedita al elemento mental o emocional, al elemento psicológico. Por ello, podemos mostrar una enorme destreza con un arma pero esa destreza desaparecerá en el momento de vernos ante una acción violenta con auténtico potencial lesivo o letal. Si focalizamos la formación en el arma y su manejo únicamente, las cosas se pondrán feas rápidamente.

Si quieres entrenar para sobrevivir a un combate con cuchillo, Dios no quiera que estés nunca en esa situación, amén, necesitas entrenar tu mente para sobrevivir al shock que vas a sufrir si se da esa situación, para salir del shock lo más rápido posible. Resulta muy impactante. Es muy importante, aunque usemos cuchillos de plástico, respetar la realidad todo lo posible.

Como he dicho anteriormente el cuchillo no mata, lo que mata es la incapacidad para reaccionar o para actuar: La impotencia funcional para realizar las acciones que sean necesarias para preservar nuestra integridad, nuestra vida. El shock nos priva de las habilidades motoras finas y gruesas, nos volvemos torpes. El shock nos limita visual y auditivamente, bloquea gran parte de nuestra capacidad para pensar o razonar, para gestionar la información y tomar decisiones acertadas. Entonces, necesitamos formarnos en un trabajo que nos permita salir del estado de shock de una forma rápida y eficiente, que nos libere lo máximo posible de los efectos del mismo, permitiéndonos tener opciones de sobrevivir al escenario de violencia en que nos hemos visto envueltos sin desearlo. Como he dicho durante décadas: el factor psicológico predomina o se debe priorizar para lograr una formación realmente útil para sobrevivir.

¿Cuál es la distancia mínima para combatir con un arma de fuego ante un ataque con cuchillo? Es la pregunta del millón. Para empezar, es una buena pregunta. En el momento en que alguien tiene un cuchillo en la mano y su intención es matarme, puedo deciros que, si sacas la pistola en una distancia cerrada (corta o muy corta), estás muerto. Si me preguntas cuál es la distancia mínima para usar el arma, diría que 12 metros. Debo tener en cuenta el entorno también. Porque si retrocedo y tengo una pared detrás o estoy rodeado de gente… Son cosas que considerar. Ese es otro punto. Definitivamente, un hombre con un cuchillo puede cerrar la distancia muy rápidamente. En el momento en que tu cerebro distingue el entrenamiento para tu formación de lo que es la vida real, cuando uno se siente en peligro real, surge el instinto de supervivencia y cada músculo, cada neurona del sistema nervioso se vuelve más lenta, el cuerpo está más pesado, torpe. De repente, cuando uno dispara, baja la cabeza porque quiere asegurarse de que acierta con el disparo. Todo esto de mantener la mirada en el atacante, está muy bien en el papel, pero en la realidad mantienen la vista en el arma. Como cuando alguien les empuja, la mayoría se caen de espaldas al suelo. Ojalá tuviera una respuesta mejor. En mi opinión, la distancia mínima sería 12 metros. Si estás a 5 metros, 7 metros, no sacaría el arma. Rezaría a Dios y haría una acción defensiva/ ofensiva para quedar a una distancia segura en la que pudiera sacar mi arma de fuego. Esa es mi humilde opinión.

Este es un tema donde por su experiencia militar habla del uso de las armas de fuego, cortas, para repeler una agresión con arma blanca. Habla desde la experiencia de su trabajo militar y como profesional de la protección ejecutiva en un territorio que podríamos considerar permanentemente hostil. Aquí soy siempre alumno aplicado que escucha, medita, indaga, entrena y, si le es posible, pregunta a aquellos que tienen esa experiencia con las armas de fuego para mejorar mi propia formación.

El equipamiento de protección, (chalecos, etc.) es buena para ti, siempre te dará más oportunidades de sobrevivir. Ahora los soldados tienen protección para el cuello en el uniforme. En mi época, en 1994, no teníamos ese privilegio, ahora que me acuerdo (se ríe). También demasiada protección puede jugar en tu contra. A veces la gente se pone demasiada protección y te preguntas, ¿por qué? Porque no tienen libertad de movimiento, porque necesitan 20 segundos para cambiar de postura. Pero si hablamos de protección contra un arma blanca, por supuesto, es recomendable usar protección.

Tema igualmente interesante. Hoy día hay todo tipo de prendas que nos protegen de cortes y puñaladas, dichas prendas son muy útiles, pero debemos tener en cuenta que es un apoyo y no un escudo realmente. Si nos fiamos de esas prendas, de que nos van a salvar, muy probablemente terminaremos mal. Esas prendas están ahí por si algo falla, por si acaso…Son un elemento más en nuestra protección, no son la base de nuestra supervivencia, pero nunca vienen mal.

Hablando del entorno, ¿cómo usarlo a tu favor en un ataque de cuchillo? Sillas, cualquier cosa que esté cerca de ti puede ser de ayuda o entorpecerte. Me gusta mucho analizar cómo usa la gente las sillas y los muebles, a veces con acierto y otras veces fallan. Voy a explicar por qué. Cuando alguien usa un cuchillo está centrado en arrebatarte la vida. No importa cómo. La mayoría de la gente usa sillas o escobas. Haz como yo, por favor, busca en Google gente defendiéndose contra un cuchillo con objetos de su entorno. Y la mayoría fallan. ¿Por qué? Porque asumen que al golpear una vez con la silla o con la escoba el tipo va a rendirse fácilmente en su ataque con el cuchillo. La mayoría de la gente golpea una vez con la silla, luego otra y como ve que no da resultado, arroja la silla a un lado, huye a la carrera, entonces pierde el equilibrio y todo termina en el suelo. Otras veces el atacante coge la silla cuando se le intenta golpear con ella, trepa por encima de ella y empieza a apuñalar. Compruébalo por ti mismo en vídeos. Usa las herramientas o armas de oportunidad, pero no confíes en que ese objeto va a detener la pelea o el ataque, por favor. Esto es muy importante.

Otro mito que hay que entender en su justa medida. Si no entendemos que el compromiso y determinación de quien nos quiere matar es muy fuerte, firme y decidido, no podremos aceptar un hecho irrefutable: a ese tipo no lo paras salvo que lo incapacites para moverse o emplear sus brazos, lo reduzcas de una forma brutalmente drástica o simplemente lo neutralices o eliminas, así de claro. Tu compromiso y determinación debe ser siempre mayor que el esgrimido por el agresor, de lo contrario la cosa acabará muy mal para nosotros. Un bastón extensible puede ser un buen recurso de lucha, por ejemplo, pero no crea nadie que un agresor va a detenerse por un golpe con él, sobre todo si no fue realizado con la determinación, conocimiento y precisión necesarios. Este es otro mito que debemos refutar: incluso con un cuchillo en nuestras manos no siempre se podrá detener al agresor homicida, ya que necesitaremos la fuerza física pero ante todo mental así como el compromiso y determinación psicológicas adecuadas para causar un daño igual o mayor que aquel que pretenden infligirnos.

Si alguien te ataca a distancias cortas, como 5 metros, y empiezas a correr (la gente, ya sabes, piensa que la “mejor defensa” es correr) la mayoría de las veces, cuando uno corre huyendo de un cuchillo, la pelea termina mal. Es muy cierto, desafortunadamente.

Realmente esto ya lo he repetido muchas veces, si puedes huir, huye como alma que persigue el diablo. Pero muchas veces no sabemos correr adecuadamente para evitar que el depredador nos de caza finalmente. En otros casos la edad, herida, lesión, enfermedad, etc., nos impedirá huir, quedando solo la opción de luchar y eliminar la amenaza para así sobrevivir. Las armas blancas son meras herramientas, en nuestras manos cualquier objeto es un arma porque nosotros somos a fin de cuentas el auténtico arma. Nuestros brazos son las armas y el cuchillo es la herramienta que, como prolongación o multiplicador de nuestra eficiencia en combate nos ayuda, pero no podemos olvidar que el auténtico arma somos nosotros. Sobrevivir empieza en el área psicológica de la formación y después fluimos al área física de esa formación, no entiendan las prioridades y tal vez, Dios no lo quiera, sentirán las consecuencias de ese error.

Quisiera concluir con una reflexión: tal vez no quieras emplear un arma blanca para sobrevivir, tal vez no quieras prepararte psicológicamente para tener que usarla o formarte físicamente para poder emplearla: todo ello es muy respetable. Pero la única forma de sobrevivir a un arma blanca es conocerla previamente a fondo, pues no podemos sobrevivir a lo que desconocemos. Y el único camino para ello es aprender a emplearla eficientemente, así como lograr un estado psicológico que te permita emplear dicha herramienta para sobrevivir.

NO ME PRESIONES….

El 21 de marzo Amazon, a través de su plataforma de TV, estrenó el remake del film de 1989 protagonizado por el malogrado Patrick Swayze, Road House, que en España llevó el sobre título De Profesión Duro. Ese mismo domingo pude visionar ambos films con alguien que no conocía el film original y pudimos apreciar cómo el remake simplemente había tuneado ligeramente la historia y eliminado un personaje para, por lo demás, hacer un calco del film primigenio. Esto no va a ser una crítica sobre este remake o una comparativa sobre ambos films. Eso lo he dejado para una web de cine con la que colaboro. Sin embargo, sí puedo comentar que el remake no es para nada superior al film original. Es más, salvo por el trabajo de Jake Gyllenhaal interpretando al protagonista, Dalton, que es sinceramente lo que mantiene en pie esta nueva versión, poco se salva, excepto algún momento de lucha o pelea (nunca la pelea en su conjunto). Tal vez por una dirección pretenciosa pero poco inteligente de su director o porque el Sr. McGragor no es actor ni sabe realizar una coreografía de lucha sin tener que recurrir al CGI o trucos de cámara para dar cierta sensación de solidez. Pero disfruté del film gracias al trabajo de Gyllenhaal, que aporta una profundidad al personaje de Dalton bastante mayor y con más interés de la que en su día logró Swayze. Aunque, en defensa de este último, diré que su trabajo tenía pinceladas de cierto trasfondo pero no quisieron llevarlo más allá y el personaje quedó, por decirlo así, sin desarrollar.

¿Por qué esta introducción? Bien, cuando publique este post ya habrán pasado bastantes días desde el estreno, así que creo, o espero, no hacer spoiler a nadie sobre el film, el cual, por otro lado, es de un previsible que aburre. Durante el visionado de ambos films me percaté de la profundidad que el guión y el actor habían dado al personaje de Dalton. Esto me permitió una charla sobre ciertos matices de la historia y el personaje que de algún modo vienen a colación con algunos de los post que he publicado en los últimos meses. Me gustó ver de alguna manera reflejadas en el film algunas premisas que llevo recalcando desde hace mucho tiempo. Creo que es bueno contar con un ejemplo cinematográfico para explicar ciertas cosas, pues es un excelente apoyo visual para que se puedan entender mejor ciertos temas sobre los que uno pretende charlar. Durante más de una hora larga de película el personaje de Dalton está reprimiendo o controlando sus emociones. He publicado en el blog un post sobre el tema que dejaré al final de este como referencia (1). En dicha publicación comento que el control no es en última instancia posible realmente, que somos animales emocionales racionales, animales que sienten y tienen la capacidad de raciocinio en torno a esas emociones. Ese control es un estado transitorio que, como una botella de champán cuando es agitada, más pronto que tarde, explotará el vidrio o el tapón saldrá despedido cual proyectil y el contenido de la botella se derramará sin control por el suelo. De igual modo, cuando somos agitados por situaciones, actitudes, emociones, etc., generadas por otros individuos tendemos a intentar controlar nuestras emociones y reacciones, intentamos, sabedores de lo que puede acontecer en caso de que, al igual que a la botella, ese control falle, se desborden esas emociones y estallemos de una u otra forma.

Ese control es posible dentro de unos límites, pequeños o más grandes según las circunstancias concretas de cada caso. No hay dos escenarios idénticos ni dos personas que respondan de igual modo o tengan un control de igual solvencia. Como decía en aquel post, lo que hacemos es gestionar esas emociones, permitiendo que las mismas no exploten de forma incontrolada, dañándonos a nosotros; sino, más bien, canalizando esa explosión de la forma más rentable o productiva: Si vas a explotar, que, al menos, puedas controlar los daños en la medida de lo posible y que los mismos alcancen a quienes han generado esa situación. Agitamos la botella y apuntamos con el corcho antes de liberarlo y evitar así que la botella estalle y el líquido se derrame. Esa gestión de las emociones es la base del auténtico Budō que practicamos. Al menos, debería ser una piedra angular de la formación que recibimos o impartimos. En el film que mencionaba al inicio, el personaje de Dalton tiene un trauma, unas emociones con las que está intentando luchar, emociones que se nos muestran en forma de flashback o pesadillas que sufre el protagonista. Incluso en alguna de las escenas donde Dalton tiene que luchar hay un tono sarcástico, humorístico en su actitud: Por ejemplo, en la primera escena fuera del bar con los moteros cuando pregunta por el seguro médico, la cobertura dental o dónde está el hospital más cercano; y cómo lleva a los malheridos motoristas en el coche al hospital tras la pequeña reyerta. Otro ejemplo sería la pequeña escena en la cual un hombre le pretende intimidar mostrando un arma de fuego en la cintura y su respuesta verbal y física, incluso la que le propina verbalmente al segundo agresor. Ese tono enmascara el trauma. El actor logra transmitir ese estado de ironía casi cómica para muchos y que otros captamos como una vía de escape, válvula para liberar la presión para evitar estallar.

Sin embargo, cuando las cosas se ponen complicadas, el primer instinto de Dalton es marcharse, huir, evitar el conflicto sabedor de que es la opción más sensata. Ahí está controlando aún sus emociones, quiere gestionarlas pero todavía no las ha asumido. Este es un punto importante: la capacidad para asumir el trauma, la emoción, la situación, el conflicto o escenario. Si no logramos asumir estas cosas difícilmente se van a poder gestionar. Nadie puede gestionar aquello que no ha asumido, de lo que aún desconoce por completo su alcance. En un momento concreto decide no huir, acude a la casa donde residen esos motoristas y se encuentra con uno de ellos al borde de la piscina. Este le increpa, le provoca, le presiona. Incluso podemos ver cómo mantiene una mano fuera de la visión de Dalton, tras su espalda y cómo activa la apertura de una navaja automática de expulsión frontal. La respuesta de Dalton es brutal, simple pero letal. En ese momento le dice al tipo: Hoy alguien me preguntó si tenía miedo.Y sí que lo tengo: Me asusta lo que puede pasar cuando alguien me presiona en exceso, demasiado, tal y como tú has hecho ahora, porque sé lo que pasará después…

Lo cierto es que si observamos el mundo natural, no hay nada más peligroso que un animal que se siente acorralado, que tiene miedo, porque se vuelve impredecible. Antiguamente, se daba caza al lobo mediante batidas que buscaban llevar a los animales a un cuello de botella natural. Les ofrecían una salida, aunque la misma era un pequeño agujero que los precipitaba al vacío donde morían tras el impacto contra el suelo, o atravesados por palos afilados de los lugareños que los esperaban bastantes metros más abajo. Un animal herido, acorralado, no reacciona de una forma predecible. Apliquemos esto con un ejemplo cinematográfico: En el film de culto Acorralado (First Blood, 1982) donde el protagonista es presionado hasta que su trauma le hace estallar, podemos ver que la base del film Road House no es nada nueva, ¿verdad?  El ser humano es un animal emocional racional, por ello es capaz de gestionar, si está formado para ello, las emociones que pueden estallar. De esa forma, y sólo si asumes plenamente las mismas, puedes canalizarlas de forma eficaz o eficiente incluso para permitirte sobrevivir.

El título de este post es No me presiones… Y es cierto: No lo hagas, porque nunca puedes tener control sobre las reacciones de alguien llevado al límite. En ese momento no hay una guía que te permita deducir cuáles pueden ser las reacciones, las acciones, las respuestas y tampoco las consecuencias. Por ello, el primer instinto básico es huir y solo cuando eso no es posible se activa el otro instinto básico: luchar. Gestionamos mediante una formación adecuada las emociones y sentimientos que la presión excesiva o el trauma llevado al límite por algún idiota nos provocan. Esto puede acontecer en un escenario de acoso (sexual, bullying, etc.) y en escenarios delictivos donde la intimidación, la amenaza, física y/o verbal, es intensa, descontrolada. No estás en ese escenario por voluntad propia, es un escenario ilegítimo, que no has provocado, pero del que tienes derecho a sobrevivir; así que canalizas tus emociones para ello.

En el film, Dalton tiene un trauma que arrastra después de matar a un contrincante en el octógono durante una pelea. (Nada nuevo que el maestro John Ford no tratase acertadamente en El Hombre Tranquilo (The Quiet Man, 1952). Todos buscamos que nos dejen vivir en paz, pero la vida no es tan fácil. Ojalá fuera así de sencillo: Desear que nos dejen en paz y que respeten ese deseo. Pero las cosas no son así, por lo que debemos formarnos y formar a otros, si ese es nuestro compromiso, para que puedan gestionar sus emociones y sobrevivir a esos escenarios que no han buscado pero en los que finalmente se han visto inmersos. 

(1) https://bujinkanasturias.wordpress.com/2023/12/20/control-o-gestion/

A VUELTAS CON LO IMPORTANTE

Una charla en torno a la idea de la indefensión que una persona siente en la calle suscitó una reflexión más profunda que duró un par de horas en torno a este tema. La idea que me fue expuesta era una premisa sencilla: el agresor o delincuente es quien decide a quién, cómo, cuándo, dónde, por qué, con qué, etc. Es decir, tiene el control de la agresión y, por tanto, esta persona se sentía vulnerable o indefensa ante este panorama. Comentaba que si el agresor controla el relato veía muy difícil sobrevivir a una agresión ilegítima o acto violento delictivo. Lo cierto es que razón, de partida al menos, no le falta.

El motivo de que uno esté continuamente hablando de la formación en áreas como la consciencia situacional, ciclo O.O.D.A. escala de colores de Cooper, etc., no es casualidad. Lamentablemente, he observado que si un post no tiene términos en japonés, no está vinculado de forma muy obvia con Bujinkan o no lleva alguna foto ilustrándolo donde aparezca Sensei o alguna escena vinculada a nuestro arte, muchos lectores dejan de tener interés por ese texto, creyendo que se trata de temas ajenos al Budō, cuando realmente todo está vinculado, todo. La superficialidad de la gente es notable y su desconocimiento e ignorancia en algunas áreas es apabullante.

En la vida debemos implementar pautas, protocolos, tácticas, etc., que dificulten las acciones violentas contra nosotros o aquellos a los que protegemos y nos importan. Esos protocolos están en gran medida incluidos en la fase del pre conflicto de la que ya he hablado sobradamente en otros post. Prevenir, evitar, prever son pautas básicas que aplicar para dificultar la operatividad del potencial agresor. El principio Zanshin está vinculado a la idea de la escala de colores de Cooper, ciclo O.O.D.A. o la idea de la consciencia situacional. El concepto Fudōshin está vinculado a los recursos de orden emocional o psicológico que nos permiten mantener la calma en un caso extremo de violencia. Lo mismo que ocurre con principios como Banpen Fugyō, o Mūshin. Todos esos conceptos, entre otros muchos, nos permiten obtener ventajas, ventanas de oportunidad para sobrevivir a un acto de violencia no provocado.

Aprendemos a movernos por la calle de forma tal que no seamos un blanco fácil, a entrar y salir de un local, domicilio, portal, vehículo…También a sentarnos en una terraza o una cafetería, a viajar en avión, tren o autobús, etc., de tal forma que al potencial agresor no le sea tarea fácil ver una opción confiable para su agresión. Nos volvemos nuestros propios guardaespaldas o escoltas y en los escoltas de aquellos que queremos y nos necesitan. Desarrollamos la conexión entre el neocórtex y el área límbica y reptiliana a través de los puentes que los unen del subconsciente e inconsciente. Luchamos para que nuestro instinto y nuestra intuición, herramientas valiosísimas, no sean bloqueadas o relegadas a un segundo o tercer plano por nuestro neocórtex. Buscamos avanzar y poder emplear el Sakki sin necesidad de tener que racionalizarlo, ya que necesitamos escuchar nuestras intuiciones y a nuestro instinto de forma nítida, sin interferencias de una parte de nuestro cerebro obsesionada por racionalizarlo todo. No buscamos el misticismo esotérico, buscamos usar lo que sabemos que está ahí para nuestro uso y protección. Empleamos los sentidos, estos alimentan las áreas reptiliana, límbica y del neocórtex, más allá incluso de lo racional. La información fluye a través de la vista con el análisis del entorno (consciencia situacional) o del lenguaje corporal de todo potencial agresor. El oído nos alimenta el análisis del lenguaje verbal de todo posible agresor y nos facilita información permanente de nuestro entorno (consciencia situacional). Igual ocurre con el resto de los sentidos, el olfato nos avisa de un perfume u otro olor anómalo en un rellano, sumido en una sospechosa u oportuna oscuridad, o el tacto nos indica si el pomo de una puerta está húmedo de sudor o el capó de un coche caliente en exceso. Debemos ser plenamente conscientes de ellos, de la información que nos transmiten, y ser capaces de emplear inteligentemente todo ese caudal de información.

Confiamos en esas intuiciones que no podemos razonar pero que se alimentan de ese enorme caudal de información, nos aferramos a nuestros instintos primarios, aquellos que se activan con las sutilezas de la información que el neocórtex desecha o desprecia. Simultáneamente, permitimos que ese neocórtex analice y evalúe a la vez la información, ya que es el conjunto de estas tres áreas lo que nos permite tener un mayor control del entorno y poder tomar el control del relato. Al final, todo se reduce a quién controla el relato, así se simple y así de complejo.

Por ello, la formación psicológica es más importante que la mera formación física o técnica. El cuerpo puede estar plenamente funcional pero sin una mente preparada y acondicionada, el cuerpo es como un arma depositada sobre una mesa, inerte, incapaz de ofrecer lo que debería: protección. Es posible que una herida, lesión, enfermedad, necesidad imperiosa, etc., limiten nuestro potencial físico, pero si nuestro potencial mental, psicológico está plenamente activo y potenciado podemos sobrevivir. Entiéndalo así, se puede tener una excelente puntería, extraer, apuntar, disparar, recargar el arma de forma perfecta y eficiente; pero si uno no sabe controlar sus emociones, si no sabe cómo actuar, cuándo, cómo, dónde, contra qué y/o por qué emplear ese arma, somos como pollo sin cabeza: un peligro para nosotros mismos y para los demás.

Por todo ello, mi charla se centró en todo lo que no es meramente aspectos físicos, ya que pude demostrar que, aunque no lo parezca a veces, sobrevivir tiene una gran dosis de conocimiento y experiencia. Si se paran a analizar el término Keiko en japonés, ese que traducimos simplemente por entrenar, veríamos que está compuesto por dos kanji. El primero se puede leer o traducir como reflexionar y el segundo está compuesto a su vez por dos caracteres: Ju o 10 y el segundo Kuchi o boca. Esto se podría interpretar como reflexionar acerca de los que diez generaciones han hablado, comentado o dicho. Por lo tanto, entrenar empieza por entender, valorar el conocimiento y experiencia de aquellos que llegaron antes que nosotros y emplear ese conocimiento, esa experiencia, de forma adecuada para lograr nuestra supervivencia. Hay un Keiko físico, Taiden, un Keiko mental, Kuden, y un Keiko psicológico /emocional / espiritual, Shinden.

Piensen en todo ello, a veces vivir focalizados en la práctica física, en cómo debe hacerse un waza o cómo debe realizarse un movimiento concreto, es algo insustancial si no hay una base profunda detrás para todo ello. Preocuparse en un curso, mientras el docente muestra un waza, debatir si el movimiento inicial parte de un kamae u otro, es perder la auténtica perspectiva de lo que estamos haciendo: Compartir el punto de vista de otro formador durante un breve pero valioso espacio de tiempo; por tanto, centrémonos en lo importante, lo demás llagará por sí solo con trabajo, sudor y seriedad. 

LA EXPERIENCIA DE UN SEMINARIO

Después de 25 seminarios organizados, camino del número 26, y de haber asistido a posiblemente más de un centenar de cursos, además de Tai Kai y viajes a Japón durante estas cuatro décadas de entrenamiento en Bujinkan, creo que hay algunas cosas que es bueno destacar.

La primera y esencial es que un seminario se organiza por un interés formativo, nunca económico. Sin duda, nadie quiere perder dinero con un evento. Pero nunca debe ser uno de los objetivos ganar económicamente con dicho evento: la auténtica ganancia que debe buscarse es formativa. Esa obviedad es necesario comentarla aquí y ahora para pasar a lo realmente importante. Si buscas el negocio, al final el negocio te busca a ti. Quiero decir que organizar o impartir seminarios pensando en el caché a cobrar o el importe a recaudar por el evento es peligroso, ya que con el tiempo este se vuelve el único objetivo importante y se pierde de vista todo lo demás, hasta que la avaricia te termina devorando.

Hay múltiples formas de enfocar económicamente un seminario como organizador y como ponente o docente, todas válidas, pero siempre que el interés económico no sea la piedra angular por la que se organiza o imparte un seminario. El organizador cobra a los asistentes para financiar el evento. Los costes pueden ser pequeños o grandes en virtud de muchos factores. Pero si sumas el caché o sueldo (si lo hubiese) del ponente, sus desplazamientos (que pueden ser costosos si viene desde otro país, sobre todo), alojamiento, dietas, alquiler de instalaciones, desplazamientos durante el seminario, traslados desde y hasta el  aeropuerto, etc., el coste de un seminario puede ser muy importante económicamente hablando. Si quien lo organiza es un grupo grande, un Dōjō con un gran número de alumnos y estudiantes, es posible abordar con tranquilidad ese tipo de eventos. Sin embargo, para un grupo pequeño, el sacrificio y esfuerzo por llevar a cabo de forma eficiente cada proyecto es a veces enorme, y lleva literalmente años poner en marcha un proyecto concreto. Quien imparte un seminario, al menos, no quiere gastar su dinero en esa invitación aceptada a compartir sus conocimientos durante un fin de semana con un grupo de personas. Es lo lógico, algunos incluso tienen un sueldo por día o por evento ya que deben abandonar sus obligaciones cotidianas, laborales y personales, para desplazarse a un lugar, a veces muy distante. Todo ello para convivir con un grupo de personas y compartir con ellos sus muchos años de formación y experiencia. Como un alumno me dijo un día: El conocimiento de un formador tiene un precio, no es gratis. Se puede vivir del Budō pero no a costa del Budō: Son palabras de Hatsumi Sensei. Por ello, no se ha de juzgar a la ligera los precios de los eventos ni las condiciones económicas de los docentes.

Creo que los tres puntos esenciales por los que alguien acude a un evento son: Por un lado, el ponente o docente, por otro, el temario y, en último caso, el organizador del evento.

No voy a hacerme 2.000 kilómetros para acudir a un evento donde se imparte un temario que no me interesa o no me ofrece aliciente alguno, eso es un hecho. De igual forma que no recorreré esa distancia ni tan siquiera la cuarta parte si el docente no es alguien de mi interés. No hablo de que sea alguien afín a mi forma de pensar y trabajar, más bien de que sea alguien que realmente suscite mi interés por compartir horas de tatami para ver y experimentar de primera mano su trabajo, su metodología, ideas, reflexiones, pensamiento, etc. Acudo también porque tengo en valor o estima al docente o por interés formativo ante un intercambio de ideas con alguien que suscita mi interés. Como dije, en último caso acudo a eventos también por quien organiza el evento, ya que si es un amigo o alguien que a su vez ha apoyado los eventos que tú has organizado sientes una deuda u obligación hacia esa persona. Un sentimiento de reciprocidad que debe verse como algo positivo y no como una imposición social de algún tipo.

Por último, quisiera reflexionar brevemente sobre cómo debes abordar, o, más bien, cómo mis alumnos, estudiantes y yo mismo abordamos un seminario. Hay quien por sentirse en un estado de inferioridad técnica se prepara para un evento trabajando las semanas antes o incluso los meses antes la temática del seminario y bajo los parámetros formativos del docente que va a impartir el evento. Esto es un error. A un seminario se va igual que a cada clase en tu propio Dōjō: con la taza vacía, como dice el proverbio oriental. Si acudes con la taza medio llena de confusas y, a veces, mal interpretadas ideas o conceptos sobre cómo trabaja el docente que va a realizar el seminario, puedes llevarte una decepción. Por un lado, una taza medio llena deja mucho menos espacio para nuevos conocimientos, ideas, conceptos, experiencias… Además, el contenido previo puede muy fácilmente entrar en conflicto con el contenido que durante ese fin de semana va a rellenar, que no llenar, tu taza. Ve con tu taza vacía, llénala en cada clase, vacíala al finalizar la misma y vuelva a la siguiente sesión con ella nuevamente lista para ser llenada. Es fácil en un buen seminario terminar con preguntas a temas surgidos en el evento, con respuestas a preguntas que te habías formulado en el pasado o durante alguna de las fases del propio seminario. Recuerdo vívidamente las libretas de viaje que me acompañan y que relleno de anotaciones, ideas, dudas, reflexiones durante un seminario. Esos apuntes que procuro no tomar durante la clase, sino al finalizar cada sesión o cada día. Creo que aquello que permanece en tu cabeza al finalizar el día es lo importante, ya que si ha resistido todo el día en ella es porque es importante para ti, ya que ha suscitado dudas, preguntas, respuestas, interés, curiosidad, etc. No suelo dormir demasiado en un seminario porque dedico horas nocturnas a tomar apuntes, notas, e incluso a dar un paseo nocturno con algún alumno para charlar sobre lo acontecido en el día y sacar conclusiones o reflexiones en torno a todo ello. Un seminario, seas docente, organizador, asistente o participante en el mismo, es una experiencia especial, única. En ocasiones, tus obligaciones como organizador te impiden entrenar todo lo que quisieras, pues tu estado físico o de salud a veces te obligan a asistir a un evento sólo como espectador; pero cada experiencia es única y valiosa, sea cual sea tu papel ese día. En lo personal, creo que no tiene precio poder preguntar a un docente y recibir su respuesta, su aclaración, corrección, matización en el momento. Intercambiar ideas y experiencias con compañeros y con el propio docente es un lujo. Con los años, he valorado cada vez más el Kuden y el Shinden que se genera en un buen seminario. Sí, sin duda, en cada nuevo curso lo aprecio más.

HOUSE OF NINJAS

El pasado 15 de febrero Netflix en colaboración con la mítica productora japonesa Toho estrenó una nueva serie de 8 capítulos de entre 45 y 50 minutos de metraje real por capítulo titulada La Última Familia Ninja (Shinobi no Ie: House Of ninjas). Al tratarse de la primera producción en bastante tiempo que toca el tema ninja de forma directa me ha parecido buena idea dedicarle un post en este blog y comentar algunas cosas sobre la misma. Fue rodada íntegramente en Japón con un trabajo de localizaciones de lo más variado, en busca de que el espectador no se identifique con una ciudad en concreto. Aunque he reconocido la estación de Ueno, ya que he estado en ella un par de veces. Mención aparte la fotografía, bastante trabajada, los planos del monte Fuji y muchos momentos en el decorado de la casa de la familia Tawara, que no es otro que el decorado de la escuela KamiyaKasshin de los Real Live de Kenshin, muy bien remodelada para la ocasión. Siento que no quisieron abusar de arquetipos como la casa Ninja, de los museos y parques temáticos que abundan por Japón recurriendo a cierto grado de imaginación y fantasía a la hora de ofrecernos los secretos de la casa. 

Sin duda, la crítica en líneas generales se está portando bastante bien con esta serie. Con valoraciones bastante altas dentro de su género, comentarios positivos en general, cosa que sorprende un poco en un principio. Digo esto porque la única publicidad que ha tenido esta serie ha sido un tráiler de 2 minutos que vendía otra cosa muy distinta a lo que nos hemos encontrado después al visionar la serie. Si me lo permiten tomo los géneros en que el prestigioso y exigente portal Filmaffinity ha encuadrado a esta serie: drama, acción, histórico, ninjas. Lo cierto es que realmente están muy bien condensados conceptualmente los géneros que toca esta serie.

Drama: lo es, un drama familiar, sobre las relaciones de una peculiar familia y, por sus especiales características, las relaciones de esta familia con el mundo que les rodea. Drama que engloba pérdidas y engloba conceptos como el bien y el mal, la eterna lucha por ser fiel a unos sentimientos, ideas, etc.

Acción: sin duda tenemos acción. No tanta como uno habría querido, sobre todo para dar más ritmo a ciertas partes de la historia que se vuelven algo lentas, sin ser pesadas. Por ello, se echa de menos un poco más de esas excelentes corografías de acción. Las que hay están aceptablemente filmadas y en ellas, estética y practicidad se fusionan bastante bien, apoyadas por piezas musicales que rompen un poco con el arquetipo de escena ninja. Esas escenas son un trabajo de Chambara moderno, solvente y disfrutable.

Histórico: sin duda lo es, ya que esta historia es en pocas palabras llevar una trama clásica de clanes o familias al servicio de señores feudales del siglo XV a pleno siglo XXI y que no resulte excesivamente ridículo o forzado. Lo cierto es que clanes como Fuma o Hattori son históricamente reales. Aquí han empleado todo el trabajo de guion en beneficio de ofrecer al espectador muchos y variados detalles de interés. En el fondo, el trabajo del Shinobi era un trabajo de información, desinformación, insurgencia, contra insurgencia, sabotaje y en ocasiones eliminación selectiva de objetivos. Nada que las fuerzas especiales y servicios secretos de élite de todo el mundo no estén hoy día llevando a cabo. El Shinobi se llevó la peor prensa y los cuerpos de élite actuales la buena prensa: Es cuestión de quién cuenta la historia, de quién al final narra los hechos. Podemos ver infiltración y exfiltración, recopilación de información, sabotaje, seguimientos, contra seguimientos, tácticas de emboscada, guerrilla, etc. Si el espectador es capaz de obviar los elementos metidos en la historia para justificarla en ciertos aspectos y se centra en la trama y personajes, pronto se puede percatar de todos esos detalles, sutiles a veces y más obvios en otras ocasiones. El tema del Departamento de Asuntos Ninja es algo ridículo, pero viene a emular a lo que en la IIWW fue la OSS, salvando todas las distancias en cuanto a la forma de llevarlo a la pantalla, con toques de humor que sobran totalmente. Pues esta serie no carece de guiños de humor, pero no me ha sacado una sola carcajada, apenas algunas muecas o leves sonrisas cómplices. Es evidente que se añaden toques fantásticos y algunos otros que recuerdan por momentos los filmes clásicos de 007 de la época de los 60 y 70. Todo ello suaviza una trama violenta, en ocasiones algo sangrienta, oscura, que poco o nada tiene de comedia.

Ninja: sin duda esta serie trata sobre el Shinobi, término usado en toda la serie salvo en dos ocasiones en que se usa el término más actual Ninja, de una forma bastante respetuosa. Creo que no he visto nada en este estilo desde hace mucho, mucho tiempo. No hay exceso de Shuriken volando por todos lados ni acrobacias o empleo de cables, casi todo lo que vemos es bastante funcional en términos generales. Las licencias que se toman son las que se podía esperar siendo una serie para TV. En realidad, se tomas muchas menos de las que yo esperaba. Podemos ver detalles interesantes en la pelea de la playa, en la escena del tejado, entre otras, los cuales son de interés para quienes practicamos esta arte, pudiendo reconocer algunos movimientos incluso. El capítulo final tiene algunos momentos bien trabajados y el uso del Kaiten, por ejemplo, está bien empleado y abundantemente usado en todas las escenas de lucha. No es perfecta, no se esperaba que lo fuese, pero tampoco se esperaba, al menos yo, que la serie fuese tan decente, oscura y sólida como finalmente ha mostrado ser.

Podría ponerme a hablar del reparto. Entre otros interpretes está Yosuke Eguchi, el patriarca de la familia, al que pudimos ver en los Real Live de Kenshin interpretando a Saito. La apabullante belleza de Tae Kimura…. todo ellos cumplen su función dentro de la trama. Mención aparte para la abuela, interpretada por Nobuko Miyamoto, un personaje que aporta humor y grandes dosis de historia Shinobi (citar, por ejemplo, la pequeña escena del callejón con su Shikomi Zue, escena resulta con maestría de cámara y un hábil juego de sobras). El niño aporta ese toque de ingenuidad que busca suavizar la trama para que no sea tan oscura como la misma llega a ser por momentos.

Con un final abierto y dispuesto para una segunda temporada, la cual no se sabe si tendrá lugar o no. Ya todos sabemos de las arbitrarias e ilógicas, a veces, decisiones de Netflix a la hora de renovar o cancelar series o proyectos. sin cancelaciones por sorpresa o express no son nada que no hayamos sufrido en otras ocasiones. Con todo me gustaría poder ver más tramas de la familia Tawara pues creo que este drama familiar funciona bastante mejor de lo que nunca hubiese pensado y es posible que puedan aun darnos una entrega, al menos más y cerrar el arco de los personajes y la historia de esta familia. Quienes se animen a visionarla háganlo sin expectativas, con una mente abierta y entendiendo el contexto de lo que están visionando. El productor, guionista y director de la serie Deve Boyle pensó en esta serie tal y como la podemos visionar. La idea original de Kento Kaku, actor protagonista de la serie, fue desde el principio que todo girase en torno a las relaciones familiares y que la serie tuviera cierta profundidad, cosa que creo que han logrado.

SANA PARANOIA

Trastorno mental por el cual las personas tiene un profundo miedo y desconfían de las otras personas, llegando a creer sin motivo que la gente está tratando de dañarla. Así se define de una forma más o menos formal la paranoia. Es decir, un individuo paranoide es alguien que está permanentemente a la defensiva pues asume que todo el mundo, todos cuantos le rodean, están potencialmente intentando dañarle. Por eso se emplea, a mi forma de ver de forma “fácil y ligera”, este término para definir a quien tiene una actitud de desconfianza, prudencia, sospecha, prevención, etc., de una manera general en su día a día. Curiosamente, este tipo de personas no tienen ningún trastorno mental, simplemente están aplicando protocolos, pautas y comportamientos que buscan prevenir, prever y evitar riesgos potenciales. A un nivel policial o militar y bajo el código de colores de Cooper se podría decir simplemente que esa persona está en el nivel amarillo, nivel que se considera el adecuado para todo aquel que quiera estar en un estado de consciencia plena, situacional.

Este estado de alerta en japonés lo denominamos Zanshin, 殘/残心; justamente, ese término es considerado un concepto psicológico de Budō japonés, al menos así se lo cataloga. Este estado es el ideal para un Samurái y, en general, para alguien que quiera evitar el peligro en cualquiera de sus formas. Se entrena o educa al guerrero física y mentalmente para mantenerse como la cuerda de un arco: tensa en reposo, capaz, si te tira de la misma, de lanzar una flecha y después volver a su estado de tensión natural. Se habla de este estado físico y, sobre todo, mental como un estado de hipervigilancia, pero ese estado está asociado al miedo a experiencias pasadas. La hipervigilancia es etiquetada como tal cuando el cuerpo de una persona se pone en alerta máxima después de que algo le recuerde un trauma. El cuerpo actúa como si el peligro fuera real, aunque ya no esté presente. Por eso es tan importante entender cada término, cada concepto, de una manera correcta, ya que su uso erróneo o poco acertado puede dar lugar a malentendidos y confusiones.

Hace tiempo leía un comentario que más o menos decía que una cierta dosis de paranoia era saludable y necesaria. Ciertamente, estoy plenamente en sintonía con esa declaración; claro está, entendiendo que quien la realizó tenía los conceptos algo mezclados, simplemente. Un estado Zanshin sería, a mi modo de ver, el estado ideal de una persona. Alguien capaz de mantener la consciencia situacional activa de forma continua en el tiempo. Suficientemente bien formado para aplicar protocolos y pautas de prevención, protección, etc. Tal vez conceptos como vigilancia, contra-vigilancia, por citar alguno básico, puedan sonar algo ajeno para muchos. Si ese es el caso, estás, siento decirlo, en el camino que conduce a los problemas.

En esta vida uno debe saber ciertas cosas, y tener, adquirir o  desarrollar ciertas habilidades, destrezas, conocimientos, comportamientos que le permitan reaccionar adecuadamente en el momento oportuno y así sobrevivir. No es raro para quienes están en un nivel de consciencia que Cooper denominaría Blanco pensar que todo esto de lo que estoy hablando es una fantasmada, que estoy sacando las cosas de quicio, que estoy paranoico o algo similar. Es normal que eso ocurra, pues la mayoría de la gente discurre por la vida con una actitud de ovejas. (No voy a decir borregos porque hay gente muy sensible). Lo cierto es que estas ovejas son las víctimas propiciatorias de los depredadores, los delincuentes de todo tipo y pelaje. Ciertos expertos dicen que para proteger a dichas ovejas están los perros pastores, que no son otra cosa que aquellos profesionales de la seguridad que, se supone, velan por nuestra integridad. Lo malo es que esos perros pastores no estarán el 99% de las veces que seamos atacados, que sea requerida su presencia y salvaguarda, quedando únicamente en nuestras manos la posibilidad de protección y supervivencia. No quiero decir que no estén bien formados estos perros pastores, ya que lo están cada vez más, aunque aún les falta mucho para ser plenamente eficientes, pero no hay simplemente suficientes como para proteger a cada ciudadano las 24 horas del día los 7 días de la semana, así que al final, lo quieran o no nuestras autoridades, queda en nuestras manos y sólo en ellas la capacidad para sobrevivir a una agresión, para no convertirnos en la víctima de una acción violenta y delictiva. Voy aquí a repetir una sentencia del Teniente Coronel Jeff Cooper que creo es reveladora:

Si el crimen violento debe ser frenado, es solo la víctima elegida quien puede hacerlo. El delincuente no teme a la policía, ni tampoco al juez ni al jurado. Por lo tanto, a quien debe aprender a temer es a la víctima.

Vamos a distinguir un estado mental alterado, donde el concepto paranoide es usado para adjetivar una conducta mental inestable, de cuando ese mismo término describe una actitud de prevención y alerta ante los cambios permanentes de nuestro entorno. Es bueno usar los conceptos adecuadamente lo mismo que los términos que los etiquetan.

TODO EL MUNDO TIENE UN PLAN

“Todo el mundo tiene un plan hasta que recibe el primer puñetazo”

Mike Tyson

Verán, esta frase siempre ha gustado por su enorme complejidad en su simple y llana forma de expresarse. Es cierto, todos tenemos un plan para todo, vivimos realmente haciendo planes todo el día. Hacemos planes para el día siguiente, para la semana siguiente, para el mes siguiente, para las vacaciones de verano, para el puente de semana santa, etc. Todo son planes y todos esos planes suelen venirse abajo cual frágil castillo de naipes al primer inconveniente, al primer contratiempo del tipo que sea. Esa realidad cada cual lo puede constatar cada semana sin el menor problema. Haces planes para ir al centro de salud el martes pero el lunes de noche recibes un mensaje en tu móvil comendándote que la reunión con los nuevos clientes de tu empresa se adelanta del jueves al martes, precisamente a la misma hora de tu cita con el médico. Los planes se han frustrado, hay que re calibrar toda la agenda para encajar en nuevas fechas y horas todos los eventos de esa semana con el fin de intentar al menos cumplir con todos ellos, por desgracia alguno deberá ser pospuesto para la siguiente semana y eso obligará a posponer otro para la siguiente y así cual fichas de dominó el asunto se irá alargando y enmarañando hasta lo indecible.

En nuestro entrenamiento pasa lo mismo, intentamos crear una metodología que nos permita una gran flexibilidad mental para adaptarnos a los cambio de forma natural, es algo que llamamos Banpen Fugyō 万変不驚 “10.000 cambios, sin sorpresas” toda una declaración de intenciones. Lo cierto es que buscamos formar a nuestro cuerpo y sobre todo a nuestra mente para aceptar el cambio como algo natural, como algo que puede ocurrir en cualquier momento y con el cual debemos lidiar permanentemente. Un ejemplo que pongo de cómo se va formando a un alumno en la idea de aceptar el cambio es fácil: si no hay plan en tu cabeza, eres libre para aceptar cualquier cambio de paradigma. 無心 Mushin, literalmente “sin mente” es un principio que empleamos para hablar de vaciar nuestra mente de pensamientos preconcebidos, de ideas prefijadas, intentando volver nuestra menta más abierta y receptiva a todo lo que acontece a nuestro alrededor. Si no hay un pensamiento guía, matriz, la mente puede adaptarse al nuevo paradigma mucho más fácil y rápidamente que cuando debe luchar por hacer un hueco a ese cambio en una estructura ya definida y en ocasionas firmemente anclada. Que nadie se llame a engaño, ese estado de “sin mente” no se logra de un día para otro y es difícil mantenerse por mucho tiempo en el mismo pero con práctica, disciplina y perseverancia se logran resultados interesantes.

Hay muchas formas de ejemplificar lo que es un plan y como el mismo puede variar y con ello debemos igualmente variar nosotros para adaptarnos al nuevo status quo pero intentando que todo ello no nos desplace fuera de nuestros objetivos personales. Una forma típica de entrar con armas blancas cortas es lo que llamo secuencia programada, algo que otros llaman coreografías y otros drills o ejercicios de forma, etc. Para mí es muy útil generar una secuencia de, por ejemplo, 5 movimientos. Uke nos ataca con naname kiri o kesa kiri o corte diagonal en ángulo a la una o nº1 (cada cual que use la nomenclatura que quiera). Aplicamos una secuencia de 5 pasos. Primero bloqueamos o interceptamos con nuestro brazo izquierdo colocando adecuadamente nuestro cuerpo tras el brazo. Segundo, cortamos el brazo de uke de arriba abajo (jodan kiri). Tercero, con la herramienta (el cuchillo) hacemos girar en sentido horario y por encima de nuestra cabeza el brazo sangrante de uke llevándolo a un ángulo muerto mientras nos desplazamos en dirección contraria. Cuatro, retenemos el brazo de uke con nuestra mano izquierda presionado la zona del codo. Quinto, cortamos con la herramienta a la altura de la rodilla buscando dañar el musculo cuádriceps e impedir la movilidad del agresor, colapsando su tren inferior. Espero que mi somera explicación les pueda servir orientativamente, un alumno mío necesita la mitad de instrucciones para entender y aplicar esa secuencia.

Bien, ahora imaginémonos que cuando estamos recibiendo el ataque de uke no podemos aplicar el paso primero, bloquear, inmediatamente todo el plan, toda la estrategia se desmorona… No, nada ha cambiado. Simplemente mi herramienta sale para aplicar el paso segundo y sustituir al paso primero. Pero ¿y si no puedo ni bloquear ni cortar con mi herramienta el brazo que me ataca? Simple, entonces me desplazo al paso tercero, llevo mi herramienta por debajo de un brazo armado, activo y giro el mismo hacia un ángulo muerto al lado contrario de donde está mientras me desplazo en el sentido contrario. Pero si no pudiera hacerlo simplemente movería mi cuerpo para evitar el ataque de uke, intentaría un “contacto” con mi mano izquierda en el codo del brazo atacante y cortaría el punto antes citado en la rodilla, con ello el resultado sería el mismo que con los 4 pasos anteriores si ejecutados, la incapacitación de uke para seguir intentado dañarnos. Alguien puede pensar, si con el quinto paso basta ¿para que los otros cuatro pasos? Sencillo para generar planos de respuesta que faciliten de una manera estadística un mayor porcentaje de probabilidades de éxito. Pensar que un solo movimiento es suficiente es peligroso, con 5 movimientos puedes trabajar más seguro, tienes más capacidad para adaptarte a las fluctuaciones de la situación, tienes más recursos, empleas más tus habilidades y destrezas, etc. Así lo que era una secuencia establecida se convierte paso a paso en una secuencia “incógnita” ya que nunca se que paso de los 5 va a ser el que falle (generalmente suelo indicar el paso que no pueden usar en voz alta un segundo o dos antes de que realicen la secuencia, otras veces los pacto con los uke previamente y otras los indico mediante signos o gestos codificados). Puedo pedir que uke cambie la velocidad, que oculte la herramienta, que cambie de brazo al atacar, e incluso que cambie el ángulo de ataque o el tipo del mismo (corte o puñalada), todo ello con señas, sonidos, luces previamente pactadas. Al final no hay plan hay dos practicantes frente a frente buscando, uno “matar” y otro “sobrevivir”, sin planes, sin estrategias pactadas, realizando un sparring natural.

Todo lo citado anteriormente no se logra en una clase ni en un mes ni en un año, es una formación continuada, disciplinada, comprometida, sacrificada que dará sus frutos. Pero empezó por entender que en un principio había un plan, pero se les enseñó que los planes fallan, las personas cometen errores, que hay  factores imposibles de determinar o predecir, aprendes a aceptar el cambio y a mantener tu mente vacía y dispuesta como la famosa taza de té a ser “vaciada, llenada y vuelta a vaciar” de forma cíclica e infinita. Es importante planificar para aprender a ubicarse, recopilar información, evaluarla, tomar decisiones y actuar (Ciclo O.D.D.A) así como a saber prever, prevenir y evitar todo aquello que pueda ponernos en una situación de potencial riesgo para nosotros o aquellos que dependen de nosotros. Los planes son buenos pero si volcamos o ponemos nuestra vida en ellos estamos jugando a un juego muy peligroso porque apostamos todo a una carta, el plan, si esté falla en uno sólo de sus pasos o fases, el desastre está garantizado, salvo que tengamos esa capacidad de tener nuestra mente preparada para aceptar y adaptarse a todo, respondiendo con eficiencia natural a cada contratiempo.

UN NUEVO SEMINARIO, UNA NUEVA OPORTUNIDAD

Un seminario es siempre una oportunidad. Una oportunidad de volver a ver a compañeros y amigos, algunos a los que por unas u otras circunstancias hace tiempo que no veías. Una oportunidad de conocer a otros practicantes e instructores y sobre todo una excelente oportunidad para entrenar, ampliar conocimientos, expectativas, motivarte, obtener otros puntos de vista, etc. Estos son algunos, que no todos, de los motivos que hacen que un Dōjō pequeño haga un esfuerzo por organizar este tipo de eventos. A todos nos gusta ser anfitriones de vez en cuando y no sólo invitados. Bien, este pasado fin de semana del 27 y 28 de enero tuvimos de nuevo la oportunidad de tener al Dai Shihan Ubaldo Fernández Vega en Oviedo para impartir un seminario.

Esta es la tercera oportunidad, por ahora, de poder entrenar y compartir los solventes y amplios conocimientos de Ubaldo en nuestra ciudad. En esta ocasión, el temario pudiera parecer trivial, algo manido para las expectativas generales: Hanbō (sábado mañana), Tanbō (sábado tarde) y Jō (domingo mañana). Pero creo que la expectativas de los 23 asistentes al evento fueron superadas ampliamente y muy satisfactoriamente ya que Ubaldo demostró en algo más de 8 horas de seminario que hay siempre cosas que aprender, enfoques que tomar en cuenta y trabajos que valorar. No voy a realizar un relato pormenorizado de todo lo visto, que fue mucho, mucho, mucho. La forma de trabajar de Ubaldo fluye con gran velocidad mediante un intenso trabajo de matización de todos los puntos, uno por uno, pormenorizando todo cuanto muestra a los asistentes, aunando historia, técnica, táctica, etc. Con el  Hanbō pudimos ver Kamae que no son los “clásicos” y con esa referencia inicial desplegar 3 horas de trabajo muy enriquecedoras. Con el Tanbō, una herramienta mucho menos usual en la formación generalmente, todo fue intenso, en un recorrido desde simples ejercicios de movilidad a técnicas y tácticas de todo tipo. El Jō nos ofreció dos partes, una inicial de toma de contacto con esta herramienta, su historia y su peculiar forma de trabajo y una segunda parte de trabajo pormenorizado, muy pormenorizado de algunos de los kata típicos de esta herramienta. Reitero que es imposible explicar mucho de lo trabajado en un texto, hay que entrenarlo, hay que vivirlo.

Creo que fue un intenso seminario, impartido a un intenso ritmo y vivido por todos los asistentes igualmente de una forma intensa. Fue un placer volver, tras 9 años, a coincidir con mi compañero Jordi Gallardo Barceló, Dai Shihan que, acompañado de un alumno, se pegó un “buen viaje” desde Pedraforca, con un notable y positivo cambio físico pero con su típica alegría y buen humor intactos. También fue muy gratificante volver a contar con Eloy desde Castelldefels, y con José Antonio Suárez y su hijo desde Gijón. Desde Gran Canaria también acudieron dos alumnos del propio Ubaldo, Elena y David, que acompañaron a su maestro en este seminario. Manolo desde Valladolid, siempre fiel a las citas en cualquier punto de la geografía Española donde Ubaldo imparta un seminario, no podía ser menos esta vez nuevamente en Oviedo, acompañado de un alumno. Agradezco también la presencia de mis alumnos José y Helena de Futenkan Dōjō de Morón de la Frontera, con quienes fue un placer volver a contar en un evento y con quien pude compartir buenos momentos en cenas y comidas durante su estancia en mi tierra. Espero que nos volvamos a ver muy pronto. Claro está, no podía faltar mi querido amigo y compañero Faustino Quivira y sus alumnos, en esta ocasión Ester (felicidades por tu 2ºDan) Juan y David. Por cierto, el 13 y 14 de abril será Fuenlabrada y mi amigo Faustino quien organizará un nuevo seminario con Ubaldo, tomen nota en sus agendas. Gracias a todos mis alumnos que con muchos problemas personales y laborales este año me han vuelto a sorprender gratamente dando todos un paso al frente y colaborando en todo lo necesario para la organización de este evento. Me siento muy satisfecho de su trabajo dentro y fuera del tatami.

Finalmente quisiera darle las gracias a Ubaldo por este nuevo seminario, por esta nueva oportunidad. Es un placer tenerle con nosotros aunque sea por un brevísimo espacio de tiempo, ya que siempre terminamos enriquecidos en muchos aspectos. Gracias por todo, y el año que viene más y mejor, si eso es posible.

Para mí ahora toca reposo unos cuantos días porque mis ligamentos cruzados de la rodilla “buena” que aún tengo se han quejado y me han pedido algo de moderación, así que les haré caso.

INTUICIÓN RAZONADA

En muchas ocasiones, tomamos decisiones o aportamos opiniones que, de alguna forma, pudieran parecer muy subjetivas. Sin embargo, estas no lo son tanto: se trata de un proceso muy sencillo pero a la vez complejo que se denomina “intuición razonada”. Hay un debate constante entre la idea del uso de la intuición (límbico) o el uso del razonamiento lógico (neocórtex) para la toma de decisiones. Lo cierto es que podríamos adentrarnos, y mucho, en temas psicológicos que dan validez a cada postura, pero voy a intentar aunar estas dos opciones de pensamiento en una sola.

Cuando exponemos una opinión o tomamos una decisión solemos actuar en base a unas premisas básicas. Estas son los datos, la información disponible en ese momento. Son estos datos los que evaluamos, analizamos y a través de los cuales se pretende buscar una postura adecuada ante los mismos, una decisión u opinión acorde a ellos. Sin embargo, las decisiones u opiniones estrictamente razonadas desprecian un factor esencial, el factor humano, es decir, los conocimientos y experiencias acumulados por el ser humano a lo largo de su vida. Es fácil escuchar comentarios del tipo “Yo pensaría así pero por mis pasadas experiencias tiendo a no hacerlo…”. Podemos pensar en base a los datos pero al olvidarnos de las experiencias y conocimientos personales, al apartarlos de la ecuación, de la decisión, perdemos un elemento de valor: la eficiente subjetividad de la intuición.

La intuición nace en el llamado cerebro límbico, allí donde residen los sentimientos o emociones del ser humano. Siempre decimos que podemos pensar pero también que podemos intuir. Este instinto va más allá del razonamiento lógico del neocórtex, es un proceso más subjetivo pero que se mueve con el mismo “combustible” que son los datos, la información. En este caso, la información que el sistema límbico procesa o valora es distinta de la información que a su vez procesa el neocórtex. Esto hace que sólo la combinación de ambos “análisis” nos permita un proceso de toma de decisiones mucho más completo o eficiente.

Entramos en un restaurante y la decisión de en qué mesa sentarnos es de por sí misma una lucha entre estos dos sistemas de análisis. El más lógico busca una ubicación en función de parámetros tales como posición respecto a la puerta de entrada, respecto al resto de la sala, respecto a los puntos de salida, etc. El sistema intuitivo nos dice, sin embargo, que tal vez mejor “aquí”. Pero aparentemente no podemos razonar en voz alta los motivos de tal decisión. Estas se basan en percepciones sutiles, que tendemos a simplificar llamándolas intuiciones, ya que nos cuesta verbalizar o “razonar” las mismas. Sin embargo, las mismas están basadas, como digo, en sutiles percepciones que el cerebro pensante no valora, ya que para él carecen de lógica o utilidad práctica. Esa intuición puede activarse por los sentidos físicos, los llamados 5 sentidos ordinarios o generales o por ese puñetero sexto sentido, que yo simplemente lo defino como “Shiki”, conocimiento o experiencia. Un olor que nos incomoda, una temperatura poco agradable o una corriente de aire, tal vez, un exceso o una falta de visión o de iluminación correctas… No lo sé, nadie lo sabe, pero no estás cómodo en un sitio y sí en otro. A veces en ningún sitio lo estás y terminas abandonando el local.

La intuición razonada es un intento de dar voz al instinto pero apoyado por la lógica de los datos. De hecho, al hablar de olores, temperatura, etc., estoy intentando “racionalizar” o convertir en datos, “sensaciones” o “intuiciones” aparentemente muy subjetivas. Buscamos la lógica del neocórtex, ya que actuar de forma totalmente intuitiva es a veces algo “incómodo” socialmente hablando, pues podemos generar un comportamiento aparentemente excéntrico o errático. Sin embargo, hay un dicho israelí muy esclarecedor: “Mejor tirarse al suelo 99 veces que, por no llamar la atención (hacer el ridículo, tener un comportamiento  excéntrico), termines, esa única vez que no lo hagas, volando por los aires”. Por ello, tomamos los datos, la información, y analizamos el escenario. Pero es esa intuición, que se activa y actúa en un segundo plano, la que proporciona ese extra de datos o información no tan tangible pero totalmente válida y vital para una toma de decisiones eficiente.

Por ello tenemos, como ya he comentado en otros posts, que entender que hay un cerebro reptiliano, donde el instinto es lo que predomina, un instinto primario donde todo es blanco o negro, el cerebro del “lucha o huye”. De ahí pasamos al cerebro límbico donde reina la intuición, basada en sentimientos, emociones, en percepciones sutiles, como dije anteriormente. Estos dos “cerebros” no son lógicos al nivel que desearía el neocórtex. Por ello, se desprecian o se ignoran, ya que no se pueden razonar sus datos e informaciones. Hay que aprender y entrenar a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo para aceptar esas informaciones y emplearlas de forma combinada con las que consideramos válidas de antemano, las procedentes de nuestro “cerebro pensante o racional”.  La “intuición razonada” es una etiqueta para un proceso complejo y difícilmente transcrito en palabras, complicado de exponer en negro sobre blanco. Es algo que hay que vivir o sentir, hay que experimentar, practicar, entrenar, permitiéndonos un desarrollo integral donde el consciente no bloquee al subconsciente o al inconsciente, permitiendo un flujo natural que nos facilite capacidad de reacción, decisión y/o acción.