NO ME PRESIONES….

El 21 de marzo Amazon, a través de su plataforma de TV, estrenó el remake del film de 1989 protagonizado por el malogrado Patrick Swayze, Road House, que en España llevó el sobre título De Profesión Duro. Ese mismo domingo pude visionar ambos films con alguien que no conocía el film original y pudimos apreciar cómo el remake simplemente había tuneado ligeramente la historia y eliminado un personaje para, por lo demás, hacer un calco del film primigenio. Esto no va a ser una crítica sobre este remake o una comparativa sobre ambos films. Eso lo he dejado para una web de cine con la que colaboro. Sin embargo, sí puedo comentar que el remake no es para nada superior al film original. Es más, salvo por el trabajo de Jake Gyllenhaal interpretando al protagonista, Dalton, que es sinceramente lo que mantiene en pie esta nueva versión, poco se salva, excepto algún momento de lucha o pelea (nunca la pelea en su conjunto). Tal vez por una dirección pretenciosa pero poco inteligente de su director o porque el Sr. McGragor no es actor ni sabe realizar una coreografía de lucha sin tener que recurrir al CGI o trucos de cámara para dar cierta sensación de solidez. Pero disfruté del film gracias al trabajo de Gyllenhaal, que aporta una profundidad al personaje de Dalton bastante mayor y con más interés de la que en su día logró Swayze. Aunque, en defensa de este último, diré que su trabajo tenía pinceladas de cierto trasfondo pero no quisieron llevarlo más allá y el personaje quedó, por decirlo así, sin desarrollar.

¿Por qué esta introducción? Bien, cuando publique este post ya habrán pasado bastantes días desde el estreno, así que creo, o espero, no hacer spoiler a nadie sobre el film, el cual, por otro lado, es de un previsible que aburre. Durante el visionado de ambos films me percaté de la profundidad que el guión y el actor habían dado al personaje de Dalton. Esto me permitió una charla sobre ciertos matices de la historia y el personaje que de algún modo vienen a colación con algunos de los post que he publicado en los últimos meses. Me gustó ver de alguna manera reflejadas en el film algunas premisas que llevo recalcando desde hace mucho tiempo. Creo que es bueno contar con un ejemplo cinematográfico para explicar ciertas cosas, pues es un excelente apoyo visual para que se puedan entender mejor ciertos temas sobre los que uno pretende charlar. Durante más de una hora larga de película el personaje de Dalton está reprimiendo o controlando sus emociones. He publicado en el blog un post sobre el tema que dejaré al final de este como referencia (1). En dicha publicación comento que el control no es en última instancia posible realmente, que somos animales emocionales racionales, animales que sienten y tienen la capacidad de raciocinio en torno a esas emociones. Ese control es un estado transitorio que, como una botella de champán cuando es agitada, más pronto que tarde, explotará el vidrio o el tapón saldrá despedido cual proyectil y el contenido de la botella se derramará sin control por el suelo. De igual modo, cuando somos agitados por situaciones, actitudes, emociones, etc., generadas por otros individuos tendemos a intentar controlar nuestras emociones y reacciones, intentamos, sabedores de lo que puede acontecer en caso de que, al igual que a la botella, ese control falle, se desborden esas emociones y estallemos de una u otra forma.

Ese control es posible dentro de unos límites, pequeños o más grandes según las circunstancias concretas de cada caso. No hay dos escenarios idénticos ni dos personas que respondan de igual modo o tengan un control de igual solvencia. Como decía en aquel post, lo que hacemos es gestionar esas emociones, permitiendo que las mismas no exploten de forma incontrolada, dañándonos a nosotros; sino, más bien, canalizando esa explosión de la forma más rentable o productiva: Si vas a explotar, que, al menos, puedas controlar los daños en la medida de lo posible y que los mismos alcancen a quienes han generado esa situación. Agitamos la botella y apuntamos con el corcho antes de liberarlo y evitar así que la botella estalle y el líquido se derrame. Esa gestión de las emociones es la base del auténtico Budō que practicamos. Al menos, debería ser una piedra angular de la formación que recibimos o impartimos. En el film que mencionaba al inicio, el personaje de Dalton tiene un trauma, unas emociones con las que está intentando luchar, emociones que se nos muestran en forma de flashback o pesadillas que sufre el protagonista. Incluso en alguna de las escenas donde Dalton tiene que luchar hay un tono sarcástico, humorístico en su actitud: Por ejemplo, en la primera escena fuera del bar con los moteros cuando pregunta por el seguro médico, la cobertura dental o dónde está el hospital más cercano; y cómo lleva a los malheridos motoristas en el coche al hospital tras la pequeña reyerta. Otro ejemplo sería la pequeña escena en la cual un hombre le pretende intimidar mostrando un arma de fuego en la cintura y su respuesta verbal y física, incluso la que le propina verbalmente al segundo agresor. Ese tono enmascara el trauma. El actor logra transmitir ese estado de ironía casi cómica para muchos y que otros captamos como una vía de escape, válvula para liberar la presión para evitar estallar.

Sin embargo, cuando las cosas se ponen complicadas, el primer instinto de Dalton es marcharse, huir, evitar el conflicto sabedor de que es la opción más sensata. Ahí está controlando aún sus emociones, quiere gestionarlas pero todavía no las ha asumido. Este es un punto importante: la capacidad para asumir el trauma, la emoción, la situación, el conflicto o escenario. Si no logramos asumir estas cosas difícilmente se van a poder gestionar. Nadie puede gestionar aquello que no ha asumido, de lo que aún desconoce por completo su alcance. En un momento concreto decide no huir, acude a la casa donde residen esos motoristas y se encuentra con uno de ellos al borde de la piscina. Este le increpa, le provoca, le presiona. Incluso podemos ver cómo mantiene una mano fuera de la visión de Dalton, tras su espalda y cómo activa la apertura de una navaja automática de expulsión frontal. La respuesta de Dalton es brutal, simple pero letal. En ese momento le dice al tipo: Hoy alguien me preguntó si tenía miedo.Y sí que lo tengo: Me asusta lo que puede pasar cuando alguien me presiona en exceso, demasiado, tal y como tú has hecho ahora, porque sé lo que pasará después…

Lo cierto es que si observamos el mundo natural, no hay nada más peligroso que un animal que se siente acorralado, que tiene miedo, porque se vuelve impredecible. Antiguamente, se daba caza al lobo mediante batidas que buscaban llevar a los animales a un cuello de botella natural. Les ofrecían una salida, aunque la misma era un pequeño agujero que los precipitaba al vacío donde morían tras el impacto contra el suelo, o atravesados por palos afilados de los lugareños que los esperaban bastantes metros más abajo. Un animal herido, acorralado, no reacciona de una forma predecible. Apliquemos esto con un ejemplo cinematográfico: En el film de culto Acorralado (First Blood, 1982) donde el protagonista es presionado hasta que su trauma le hace estallar, podemos ver que la base del film Road House no es nada nueva, ¿verdad?  El ser humano es un animal emocional racional, por ello es capaz de gestionar, si está formado para ello, las emociones que pueden estallar. De esa forma, y sólo si asumes plenamente las mismas, puedes canalizarlas de forma eficaz o eficiente incluso para permitirte sobrevivir.

El título de este post es No me presiones… Y es cierto: No lo hagas, porque nunca puedes tener control sobre las reacciones de alguien llevado al límite. En ese momento no hay una guía que te permita deducir cuáles pueden ser las reacciones, las acciones, las respuestas y tampoco las consecuencias. Por ello, el primer instinto básico es huir y solo cuando eso no es posible se activa el otro instinto básico: luchar. Gestionamos mediante una formación adecuada las emociones y sentimientos que la presión excesiva o el trauma llevado al límite por algún idiota nos provocan. Esto puede acontecer en un escenario de acoso (sexual, bullying, etc.) y en escenarios delictivos donde la intimidación, la amenaza, física y/o verbal, es intensa, descontrolada. No estás en ese escenario por voluntad propia, es un escenario ilegítimo, que no has provocado, pero del que tienes derecho a sobrevivir; así que canalizas tus emociones para ello.

En el film, Dalton tiene un trauma que arrastra después de matar a un contrincante en el octógono durante una pelea. (Nada nuevo que el maestro John Ford no tratase acertadamente en El Hombre Tranquilo (The Quiet Man, 1952). Todos buscamos que nos dejen vivir en paz, pero la vida no es tan fácil. Ojalá fuera así de sencillo: Desear que nos dejen en paz y que respeten ese deseo. Pero las cosas no son así, por lo que debemos formarnos y formar a otros, si ese es nuestro compromiso, para que puedan gestionar sus emociones y sobrevivir a esos escenarios que no han buscado pero en los que finalmente se han visto inmersos. 

(1) https://bujinkanasturias.wordpress.com/2023/12/20/control-o-gestion/