CARÁCTER Vs TEMPERAMENTO

Es frecuente descubrir que mucha gente no entiende realmente el término carácter. Hablamos de que alguien tiene mucho carácter o un carácter muy fuerte, por ejemplo, imaginándonos a alguien con un gran genio, dispuesto a saltar a las primeras de cambio, a gritar por cualquier cosa o a imponer su voluntad incluso de forma tosca o violenta. Sin embargo, no es así: De lo que esa gente está hablando es de temperamento, algo bien distinto. Una persona puede tener un temperamento violento, irascible, afable, entrañable… El temperamento es parte de la forma en que el ser humano expresa su forma de ser. Se dice que el temperamento es una característica importante de la salud social y emocional que describe o muestra la forma en que se encara y reacciona ante los demás, ante el mundo. Pero el carácter es la virtud o la herramienta que controla o gestiona el temperamento. Es el encargado de frenar o impulsar, de calmar o estimular a ese temperamento. Nos referimos al carácter como al conjunto cualidades o circunstancias propias de una persona o de un colectivo que las distingue, por su modo de ser y obrar del resto, de los demás. Por lo tanto, debemos forjar adecuadamente nuestro carácter para que este domine o controle, en definitiva, gestione nuestro temperamento.

Bien, si entendemos que el temperamento es un flujo de emociones que se dan cita y salen a la luz como respuesta a situaciones, acciones, hechos, personas, etc., y que el carácter es la herramienta que permite gestionar ese caudal de emociones, entenderemos la importancia de imprimir carácter a las personas que formamos. Cuando hablo de imprimir lo hago bajo la premisa de que todos tenemos cierto carácter pero no todo el mundo tiene el adecuado o necesario para gestionar su temperamento y las reacciones o consecuencias del mismo. Es bien conocido por todos la idea de que ciertas prácticas, rutinas o comportamientos imprimen carácter. Desde nuestra infancia, en los centros docentes se supone que uno de los objetivos vitales de nuestra formación es imprimir carácter. Se supone, de igual modo, que desde la familia o entorno familiar se debería fomentar ese carácter, así como la forma más positiva y correcta posible de forjarlo. Digo que se supone y debería, ya que en la práctica muchas veces eso no ocurre. Ni en los centros docentes orientan y ayudar a forjar el carácter ni el entorno familiar facilita tal misión. Eso sí, en ambas instituciones se estimula el temperamento del individuo, para lo bueno o para lo malo.

Por ello, quienes desde jóvenes acuden a una formación en Budō tienen un refuerzo especial y muy valioso para aprender a esculpir ese carácter que permita una gestión eficiente del temperamento y facilite un adecuado manejo de las emociones. A medida que crecemos descubrimos herramientas para esa gestión que nos permiten avanzar en nuestra vida con paso firme y seguro. El Budō es una valiosa herramienta para trabajar el lado psicológico, mental y/o emocional del ser humano. Aunque, en muchos casos, en la actualidad, ese Budō se ha ido desvirtuando, perdiendo su esencia; y sus formadores no están adecuadamente preparados para esa labor. Esto genera estudiantes y alumnos con carencias evidentes de carácter y temperamentos poco adecuados. Es visible esto que comento en detalles como la implicación de estos alumnos en la práctica diaria, en su compromiso, más bien en la ausencia del mismo con la actividad y en su falta de constancia, así como en su actitud en general durante el entrenamiento pero también en su día a día. 

Es evidente que los formadores estamos en esos casos fallando, no el Budō, sino nosotros, los encargados de emplear ese conocimiento para lograr seres humanos íntegros con valores que les faciliten vivir una vida digna, positiva y una formación que les permita sobrevivir en la jungla en la que hoy día nos está tocando vivir.

Una persona con un carácter fuerte es alguien capaz de gestionar eficientemente su temperamento. Una persona con un carácter débil es presa de su temperamento. Esto es algo que nos pasa desapercibido simplemente por no prestar atención al correcto uso de los términos que manejamos pero sobre todo por no estar adecuadamente formados en áreas como la gestión de las emociones, clave para la supervivencia de alguien ante una agresión ilegítima en un escenario urbano. Aunque muchos desprecien estos temas y vean el Budō como una mera forma de lucha o como un simple camino filosófico, lo cierto es que estamos ante un legado de conocimientos y experiencias que abarcan cientos y cientos de años, los cuales nos pueden permitir optimizar nuestras posibilidades de sobrevivir; porque, a fin de cuentas, el Budō va de sobrevivir al momento, al escenario, a las circunstancias, siempre de la manera más eficiente.