KOTŌ RYŪ NO UTA, VERDADES INDISCUTIBLES

Un verdadero guerrero reza por la paz para no tener que matar. Porque si el oponente ataca deberá quitarle la vida. Esta es la habilidad de no luchar

Kotō Ryū no Uta

Hatsumi Masaaki Bujinkan Sōke, Hakuryuō (Venerable Dragón Blanco)

Este uta, trasmitido por Hatsumi Sensei y que he tomado de las redes sociales de Dai Shihan Christian Petroccello, tiene la habilidad de, en muy pocas palabras, trasmitir una enorme cantidad de conocimientos. Recientemente, hablaba de la importancia del Kuden y de las palabras: este es un magnífico ejemplo de todo ello. Se podría pensar, por su estructura o su redacción con el empleo de tres frases, que asemeja vagamente a un haiku. No por la métrica evidentemente, pero sí por el uso de tres frases esta vez plenamente interconectadas entre sí que sirven para transmitirnos el conocimiento en forma de mensaje.

Comencemos por el principio: Un verdadero guerrero (…). Esto ya es para muchos un problema. No será la primera ni será la última persona que escucharé decir que no se considera o siente un guerrero; tal vez, y como mucho, un artista marcial de mayor o menor calidad. El problema reside en el concepto que del término guerrero tenemos en nuestras cabezas. Verán, para mí, un guerrero es quien lucha cada día por ser mejor persona, mejor profesional; no es un término reducido o exclusivo de la casta militar. Un guerrero puede empuñar un bisturí en un quirófano y luchar por salvar vidas. Un guerrero puede vestir toga y luchar en los tribunales para defender a la gente de las injusticias. Un empleado del servicio de limpiezas de mi ciudad es un guerrero que cada noche se pone su armadura y sale a mantener las calles de mi ciudad limpias, libres de cualquier elemento que pueda alterar mi salud y la del resto de los vecinos de mi ciudad. Hay muchos tipos de verdaderos guerreros.

El Uta continúa con: reza por la paz (…). Aquí tenemos que entender que el término rezar no hace solo referencia a la acción de orar, eso sería lo fácil, lo obvio. Rezar aquí tiene muchos potenciales significados. Rezar es desear, buscar, anhelar, en este caso, la paz. El motivo de esa búsqueda, de ese anhelo, viene del conocimiento que como guerreros tenemos de lo que la guerra, es decir, la violencia, el conflicto, la agresión, la pelea, trae a nuestras vidas. Precisamente por ser los guerreros personas con destrezas y habilidades en el arte de sobrevivir a la violencia, son expertos asimismo en el lenguaje de la violencia; un lenguaje que dominan a la perfección pero que preferirían no hablar, no emplear, por eso rezan, desean y esperan no tener que hablarlo. El guerrero es quien, por definición, desea más la paz, porque es quien es más plenamente consciente de los desastres de la guerra.

Porque si el oponente ataca habrá que quitarle la vida. Esta frase es dura tomada literalmente, pero no se puede tomar, en principio, de otra forma. Si pretendes que decida entre mi vida y la tuya, no hay duda que elegiré mi vida, por mucho que lamente arrebatarte la tuya. Prefiero que mis seres queridos no tengan que llorar mi pérdida a manos de cualquier malnacido o indeseable. Si alguien tiene que llorar, que sea la familia del agresor. Es duro, pero es la realidad. Esa realidad que muchos, la mayoría, diría yo, no quieren, no pueden, no saben aceptar o simplemente ver. En una situación límite donde huir no es ya una opción, donde nuestra integridad física y/o psicológica está en juego, no hay concesiones a la misericordia salvo en la forma de hacer las cosas lo más rápida y limpiamente posible según las circunstancias. Aquí es donde muchos fracasan. No tienen la actitud, la mentalidad ni han alcanzado el grado de comprensión necesarios para hacer lo que sea necesario para sobrevivir. Son formadores y practicantes de salón, de formas clásicas sin vida, de Budō cósmico, galáctico o místico vacío y sin coherencia o sentido de la realidad. Enseñan sin estar plenamente preparados y desprecian la formación de sus instructores para alcanzar ese nivel psicológico que te permita hacer lo que hay que hacer, que te facilite vencer las limitaciones éticas, morales, impuestas por ti mismo así como por la sociedad, el Estado, la familia, la religión o el entorno. Todo ello repercutirá en sus estudiantes y alumnos, perpetuando esas carencias y volviéndolas endémicas.

El Uta finaliza con: Esta es la habilidad de no luchar. Lo cierto es que esto enlaza, como lo haría un haiku, con la frase inicial. En definitiva, todo cuanto hacemos, es para no luchar, para evitar el conflicto, la batalla, la pelea. Somos conscientes como guerreros de que, en último caso, una pelea no la gana nadie. El fin de nuestro arte es sobrevivir: ya sea luchando o luchando por no luchar. Conscientes de las consecuencias de la lucha, donde nunca hay certezas, solo probabilidades, estadísticas, suerte o mala suerte… y en el peor de los casos hay dolor, tristeza y muerte; el guerrero busca evitar todo ello por pura coherencia o lógica. Reza para no tener que luchar en la certeza, no sólo en la creencia, de que si la lucha se declara tal vez no tenga más remedio que causar daño, sufrimiento y muerte. Sabe que habla el lenguaje de esa violencia que busca evitar y no quiere hablarlo, pero no permitirá que nadie hable por él.

Este Uta es un regalo que Hatsumi Sensei nos ofrece si sabemos leer, comprender y aplicar cuanto en él nos enseña. Tal vez para muchos sea reiterativo, tal vez crean que es algo que todos ya saben, pero lo cierto es que, a las pruebas me remito, pocos parecen entender en toda su complejidad y extensión. Unos lo ignoran creyendo que así no existe, otros lo eluden creyendo que así no les afecta, pero solo están prologando brevemente el fatídico momento del desastre. Llevo 40 años entrenando este Budō. 28 de esos años como alumno directo de Hatsumi Sensei, 37 de esos años como formador. Aún estoy aprendiendo, pero parece que a veces algunos de mis alumnos, sobre todo los que tienen funciones como formadores, no parecen comprender la necesidad de ese conocimiento y esa formación. Por suerte, mis alumnos más cercanos sí lo hacen y para mí es una luz entre tantas tinieblas.