Después de 40 años de práctica tengo una confianza plena en las enseñanzas de mi Sensei en todos los aspectos posibles. Eso me hace tener una confianza igualmente total a la hora de enseñar a otras personas para formarlas en la supervivencia ante agresiones ilegítimas en escenarios urbanos o para conocer y profundizar en el Budō clásico o en la tradición que representan igualmente las enseñanzas de mi Sensei. No tengo problema en sentirme cómodo y seguro de esas enseñanzas, de la formación que he recibido y que imparto. Parte de esa comodidad recae en un conocimiento amplio y serio de las potenciales formas, sistemas, artes, etc., que pudieran ser usados para atentar contra mi integridad física o psicológica así como la de las personas a la que formo o enseño. En esta vida uno no puede vivir mirándose el ombligo, creyéndose el centro del universo o que aquello que practica es perfecto o infalible por la gracia de los Kami. Si es perfecto o eficiente es en parte por un conocimiento profundo del enemigo, de sus tácticas, técnicas, metodologías, protocolos así como de las formas de lucha y herramientas que pudiera emplear para atentar contra mí.
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Cuando alguien acude a mis clases por vez primera suele venir intoxicado, en muchos casos, por ideas preconcebidas, falsas o adulteradas. En ocasiones, por una sobreexposición a la información fraudulenta de terceras partes, publicidad poco o nada realista o sincera, información generada por terceros para promocionarse. La influencia del cine y la TV, YouTube, redes sociales, etc., también causan su nocivo efecto en estas personas al llegar a mis clases. Tienen preguntas y uno debe intentar dar respuestas concisas pero fundamentadas sobre los temas que les preocupan. Tan solo ya por eso uno debe conocer las técnicas, tácticas y herramientas del potencial agresor o enemigo. Pero más allá de un conocimiento básico, uno debe ver si esas formas de lucha son realmente válidas y, lo que es más importante, debo aprender a utilizar el conocimiento de mi propio Budō para neutralizar o eliminar dichos sistemas si fueran empleados para intentar dañarme o dañar a terceras personas vinculadas a mí. Si un concreto método de lucha con cuchillo, por ejemplo, es válido o no, es algo que decidiré en función del nivel de apuros en que dicho método pueda ponerme a mí y a mis conocimientos a la hora de sobrevivir a una agresión ilegítima con ese método. Hace un tiempo acudía a cursos para poder tener una visión en primera persona, de primera mano sobre alguno de esos métodos o formadores, descubriendo que generalmente no representaban un problema. Aunque hay muy honrosas excepciones: motivo por el que sigo trabajando todos los días para mejorar y volver mi Budō una forma mucho más refinada y eficiente de supervivencia. Eso hoy día ya no es posible, pues ya no soy una persona anónima en ciertos círculos; así que sigo trabajando e investigando a través de la observación, análisis y estudio del material audiovisual que se produce en todo el mundo.
Ciertamente analizar objetivamente el trabajo de otro método de lucha o de un formador concreto es algo complicado, pero no imposible. Uno debe partir del hecho básico de que ese método y ese formador son letales, eficientemente letales. Desde ese punto de partida, comienzo a analizar ese trabajo y procuro comprender sus bases biomecánicas, sus tácticas y estrategias, y su ética de formación o trabajo. Después, paso a ver cómo mi propio trabajo puede neutralizar una amenaza o agresión por parte de ese método. Me planteo hipotéticos escenarios y observo aquellos que estos métodos plantean en sus trabajos audiovisuales y cómo los resuelven. Luego me toca entrenar, trabajar en seco los movimientos, desplazamientos, trabajo de manos, caderas, pies. Busco los fallos, las lagunas, los errores de planteamiento e intento aprovechar las ventanas de oportunidad para emplear mi propio conocimiento para sobrevivir a ese hipotético ataque. Es un trabajo serio pero silencioso, que lleva tiempo, sudor y cierta inversión económica. Los resultados a veces puedo experimentarlos cuando alguien en un seminario ha tenido un tiempo de formación en dicho método: suelo pedirle que me hable de su experiencia e incluso que me muestre cómo me atacaría si buscase dañarme, neutralizarme o eliminarme. Todo ello desde un enfoque lo más aséptico posible pero con la máxima educación y prudencia. En caso de que algún alumno mío haya tenido previo a la formación bajo mi tutela contacto con algún método, le pido que igualmente me muestre ese trabajo, que comparta sus impresiones y puntos de vista. Esto es muy revelador en ocasiones, porque hay personas que llevan conmigo mucho tiempo después de pasar por dos, tres o más sistemas o métodos de lucha distintos. Ellos mismos me lo dicen. Esto que hacemos aquí es distinto, es real y es plenamente eficiente, no meramente eficaz: no son juegos ni deportas, es supervivencia.
Otra forma de poner a prueba y evaluar tu trabajo es acudir u organizar eventos o seminarios. Cuando salimos de nuestra burbuja, nuestro Dōjō, cuando salimos de nuestra zona de confort es cuando comenzamos a ver más claramente puntos fuertes y débiles en la formación. Ese es uno de los motivos que me impulsan a organizar eventos de formación siempre que nos es posible. Este grupo es muy pequeño pero realizamos eventos de la más alta calidad docente recibiendo en nuestra casa a formadores con amplia y probada experiencia y conocimientos. Es un esfuerzo, a veces titánico, lograr que estos eventos prosperen. Pero la recompensa es poder trabajar bajo la tutela de un punto de vista distinto durante dos o tres días y poder aprender y a la vez evaluar tanto nuestro trabajo como el trabajo realizado o mostrado por el docente invitado. Todo en busca de esa formación basada en el estudio, observación, análisis, entrenamiento y autocrítica permanentes.
Es bueno estudiar a tu enemigo. En El Arte de la Guerra se dice que si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no deberías temer el resultado de mil batallas. Si te conoces a ti mismo pero no a tu enemigo, por cada batalla que ganes sufrirás una derrota, pero si no te conoces a ti mismo ni a tu enemigo saldrás siempre derrotado. Esta enseñanza tiene, literalmente, miles de años. Es como para pensárselo un par de veces. Es una enseñanza atemporal y plenamente vigente, que nos recuerda que, a veces, no somos del todo conscientes de nuestras carencias, debilidades, puntos ciegos, lagunas de conocimientos, etc. Y también nos hace ver que huimos hacia adelante cuando nos dicen o nos muestran todos estos potenciales errores o fallos que a nivel personal podrían ser fatales pero que son inexcusables si te consideras un formador serio y profesional. Aprendamos de todo ello, tengamos estas palabras de Sun Tzu en mente y dejemos de mirarnos el ombligo.