DONDE MUEREN LAS PALABRAS

Al comenzar a escribir este post me he propuesto hacerlo de forma clara, pues voy a tomar una frase que repite un compañero y amigo Dai Shihan frecuentemente y que siempre me deja un sabor agridulce al leerla. Creo que, a veces, el mensaje es muy claro pero de tan claro y sencillo que pretende ser, fácilmente, mentes obtusas pueden deformarlo. Mi amigo y compañero Dai Shihan Daniel Hernández escribe frecuentemente al referirse al Dōjō, al tatami o al entrenamiento con esta frase: donde mueren las palabras. Es una frase que me encanta: sintetiza muchas cosas en muy pocas palabras pero siempre tardo un segundo o dos en recordar su significado para mí. En un primer momento, uno pudiera pensar que se está refiriendo a que cuando entrenamos no debemos hablar, sobran las palabras. Es obvio que no va de eso la cosa, pues si quieren hagan la prueba e intenten enseñar o entrenar una clase sin decir una sola palabra: Es imposible, mejor dicho, es posible pero es ridículo.

Todos sabemos que hay tres niveles de trasmisión: Taiden, kuden y Shinden. En cada práctica o entrenamiento estos tres niveles de transmisión se dan cita. Todos son necesarios y, por tanto, cuando alguien cree que las palabras sobran, está muy equivocado. Sin embargo, creo que la frase que nos ocupa tiene un significado más sutil, que a muchos tal vez se les escape. Las palabras deben morir cuando entrenamos: las palabras de orgullo, ego, las palabras de crítica, queja, malestar, así como todo comentario sobre áreas como política, deportes o religión. No puedes entrar al entrenamiento con ideas en tu cabeza o palabras en tu boca sobre cosas que no importan, intrascendentes, para una práctica correcta y productiva. No me interesa si a alguien se le regaló un grado, si un instructor dijo una cosa u otro dijo otra, si uno critica lo que otro hace, si alguien dice ser mejor que otro, todo eso es basura que no puede entrar al entrenamiento. No puede igualmente entrar nada que tenga que ver con política, eso es algo personal y si lo expresas en el entorno del Budō lo estás volviendo tóxico, dificultando esa armonía que se busca entre todos cuantos practican ese día. De igual forma, tus gustos en cuanto a deportes no son algo que interese en el tiempo de formación, menos aun tus ideas de tipo religioso, en el tatami la única religión es el Budō. Entiéndaseme bien, creo que la frase busca justamente eso, que dejemos todo lo que no sea la formación a las puertas del tatami, para así estar plenamente conscientes y centrados en lo realmente importante. Por eso las palabras deben morir. Verás, quien diga que hablar durante una clase es negativo, no sabe de qué va el Budō que practicamos y enseñamos. Puede que no a todos los formadores les guste hablar lo mismo o simplemente no tengan facilidad para la oratoria y les cueste más hablar, pero el Kuden debe estar presente. Cuando un estudiante me dice que en las clases se habla mucho ya me ha definido cómo es ese estudiante: un mero imitador de movimientos formales, alguien que jamás saldrá del Saru no Keiko, por desgracia. Un ejemplo de un gran Kuden lo tenemos en las clases del Dai Shihan Ubaldo Fernández Vega, donde la información que regala en cada entrenamiento es tanto o más valiosa que los movimientos formales que nos enseña. Debemos recordar que no hay que ver, sino observar, no hay que oír, sino escuchar. Gracias a esos dos sentidos adecuadamente usados podemos aprender, es lo que se denomina aprendizaje vicario. No se trata de un simple imitar lo que observas y escuchas, es un proceso de observar, escuchar, analizar, meditar, entrenar en nuestra mente y después aplicar. Las fases de la formación vicaria son: atención (observar, escuchar), retención (analizar, meditar), reproducción y motivación (entrenar en nuestra mente y después físicamente, aplicar).

Ō Sensei Takamatsu decía que uno podía entrenar enfermo y en cama mediante un uso coherente de la mente a través de ese aprendizaje vicario. Distingue entre simplemente oír, lo hacen todos los seres humanos, y escuchar, algo que ya no todos hacen. De igual modo, entiende que no es lo mismo ver que observar; el matiz es un mundo. Unamos todo, lo que escuchamos (kuden) y observamos (Taiden) para luego sentir en la práctica y en la convivencia con el formador y resto de compañeros el sentimiento de nuestro Budō (Shinden). Ahí sí mueren las palabras, cuando son los corazones los que se comunican más allá de las meras palabras y la conexión entre Maestro y Alumno, Sensei y Gakusei se hace plenamente una realidad.

Espero que este post ayude a entender que las palabras no deben morir, pero sí deben hacerlo todos aquellos pensamientos y verbalizaciones de los mismos que no tienen nada que ver con el Budō y que intoxican nuestra práctica. Creo que entonces esas palabras que dan título a este post cobran una gran importancia.